Espacio de opinión de Canarias Ahora
¡Paren las máquinas!
Tanto hablar de la crisis y sus consecuencias y nadie se había dado cuenta de que la verdadera solución a los problemas de nuestro país, y del mundo mundial, estaba a la vuelta de la esquina, como quien dice.
Solamente hacía falta que viniera alguien de fuera para hacernos caer en la cuenta de que, lo verdaderamente importante, no era lo que algunos sesudos expertos nos querían hacer ver sino un asunto de importancia capital.
¿Y cuál es este asunto? ¿Cuál es la fórmula mágica que resuelva los problemas económicos y, de paso, las conductas especulativas de quienes los han provocado? ¿O es un sistema de producción que permita acabar con las hambrunas que asolan buena parte del mundo? ¿O una auténtica cura contra el VIH? Ni mucho menos.
Todos esos temas son cuestión baladí si se los compara con la trascendental pregunta que ha removido las mismas conciencias de las mentes bien pensantes de nuestra patria.
¿Y cuál es esa pregunta?... ¿No lo saben?... Pues muy sencillo, la pregunta de las preguntas tiene que ver con un tema que, a buen seguro, le solucionará la vida a la legión de parados que tratan de sobrevivir en nuestro territorio. El tema en cuestión -digno de figurar en la Enciclopedia Británica por los beneficios que le acarreará a las nuevas generaciones- tiene que ver acerca del alto, en este caso, el alto de un tacón.
La verdad es que también tiene que ver con una determinada instantánea y su utilización, pero el hecho que ha conmovido las consciencias de media España ha tenido que ver con el alto de un tacón frente a otro y lo que ello supondrá para las futuras relaciones internacionales de nuestro país con la vecina Francia.
No piensen que estoy exagerando, dado que, frente a todos los “supuestos” problemas que parecían castigar a los españoles, la trascendencia de un detalle como éste ha demostrado cuáles son las verdaderas prioridades de los medios de comunicación de masas españoles.
Atrás quedan los alarmismos de los políticos, los victimismos de la clase económico-empresarial y las cifras mareantes de desempleados, junto con la pérdida del poder adquisitivo de las familias españolas.
Nada de eso se puede interponer al conocimiento empírico de si la primera dama francesa actual lleva unos tacones más bajos que su majestad la princesa de Asturias, por propia voluntad o por cuestiones de protocolo. Y la pregunta está dejando calvos a los batracios? perdón, a los sesudos periodistas del corazón y demás entendidos, dado que, en un momento como éste, un tema de tan capital importancia no puede quedarse sin resolver.
Por ello, la mayoría de los medios de comunicación españoles -salvo algunos realmente aburridos- han colocado la instantánea a la que se hacía referencia unas líneas más arriba, mostrando a las dos protagonistas de espaldas, justo cuando empezaban a subir una escalera. El importante momento sirvió de excusa para que todos aquellos relacionados con el mundo de la moda, el protocolo, las buenas maneras y la física nuclear se pusieran “manos a la obra” tratando de desentrañar el misterio. De lograr resolverlo, la historia se convertiría un bestseller que dejaría corto al Codigo DaVinci.
Y no crean que es fácil, no señor. Sobre todo, porque en medio de tan intensas deliberaciones siempre aparece algún aguafiestas que pretende anteponer sus necesidades ?por ejemplo, buscar una solución ante el anuncio de que una gran compañía pretende reducir su plantilla en un 30%-. Por fortuna, la sociedad sabe cuáles son sus verdaderas prioridades y cuestiones banales como ésas quedan a la espera de que el comité de sabios dictamine sobre el tema que resuena en todos los mentideros de nuestro país.
A día de hoy seguimos con una duda que se me antoja insoportable, pero que hay que sobrellevar con entereza y aplomo, dado el tremendo beneficio que le acarreará a todos los habitantes de nuestro país. Para los grandes descubrimientos que jalonan la historia de la humanidad, la paciencia ha sido la mayor virtud y ante un asunto como el que nos ocupa, de necios sería pasarla por alto.
Lo único que les pido es que, cuando resuelvan dicho asunto, POR FAVOR no me lo digan. Bastante avergonzado me siento al comprobar cómo muchos medios se han convertido en un circo de tres pistas y de tercera categoría.
Claro que hay más de uno, y de dos, encantado de la vida con que, en vez de hablar de sus miserias ?o asuntos un poco turbios- se hable de un tema tan importante como el que me ha dado pie a escribir esta columna. Todo vale para lograr que la realidad se distorsione convenientemente, o para lograr que una mentira, de tanto repetirla, se convierta en una verdad.
Al igual que ha ocurrido en otras tantas ocasiones, a buen seguro que soy yo el equivocado y el que tiene confundidas sus prioridades. ¿Cómo es que me preocupo por cuestiones frívolas, tales como la actual crisis económica, tendiendo delante de mis narices un misterio que deja pequeña a la localización del Arca de Noé o la misma Arca de la Alianza? Lo dicho, soy un caso perdido.
Eduardo Serradilla Sanchis
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