Pisa y los talones de Canarias

El informe Pisa concede a Finlandia la mejor enseñanza infantil y juvenil del mundo, mientras que es un aserto acreditado que Estados Unidos e Inglaterra poseen las mejores universidades globales. La primera es pública -y no demasiado cara- y la segunda es privada, poco asequible y excluyente: los malos estudiantes van fuera a las primeras de cambio, a no ser que practiquen un deporte y aspiren a la élite. Son dos modelos, tan buenos o malos como el concertado o mixto: leyendo las conclusiones sobre Pisa de Julio Carabaña, catedrático de Sociología de la Educación en la Universidad Complutense, se llega a la conclusión de que tan necesario como el dinero público son evidentes otros remedios: Italia y EEUU invierten el doble en primaria y están igual que España, en la mitad de la tabla, en cuanto a resultados. Luego nada de experimentos, ni de nuevas alquimias: quizás más prudencia, paciencia y -aunque no está de moda- cierta humildad, porque venimos de donde venimos y nuestro pasado educativo -e histórico- no es tan glorioso como nos lo pintan.

¿Y qué recetas educativas necesita Canarias para salir del farolillo rojo de Pisa? ¿cruzarse de brazos como hasta ahora? El profesor Carabaña, sabio pedagogo, acaba de dar cinco respuestas, que implican a padres, profesores, alumnos y políticos, porque son esos cuatro -y quizás por ese orden- los vértices del problema y la ineficacia de sus cinco soluciones no está aún totalmente demostrada: ver menos televisión, pasar más tiempo con los padres, dar más prestigio a los profesores, aumentar la popularidad de los empollones -cuánta crueldad en las aulas ante el que destaca, el diferente- y por último instruir deleitando. “Aunque no haya fórmulas simples y generales para alcanzar a Finlandia, siempre podemos hacer mejor lo que ya estamos haciendo”, dice Carabaña. Y eso, aunque sea una tozuda realidad en las islas, también hay que repetirlo con la tenacidad del buen estudiante.

Federico Utrera