Los políticos como problema

La encuesta está realizada a nivel estatal. Me gustaría saber cómo responderían los ciudadanos a una encuesta de este tipo en unas islas con el índice de paro más alto, con un gobierno presidido por el candidato de la tercera fuerza política en votos, con un diputado autonómico que no dimite tras ser condenado a cuatro años de cárcel por corrupción por un alto tribunal y que cuenta con el respaldo de los dos partidos que gobiernan, y un parlamento autonómico que ha batido el récord de iniciativas legislativas populares rechazadas sin ser debatidas por los diputados.

Costó muchos años de lucha, cárcel y represión lograr un sistema de representación democrática. La inmensa mayoría de los parlamentarios canarios no participaron en esa lucha, en muchos casos por su edad y en otros porque simplemente son políticos profesionales que entraron directamente en la vida pública a través de la UCD (luego CDS y ATI), o al PP (antes AP), los partidos creados por la derecha cuando Franco era un cadáver y la democracia representativa un sistema inevitable en el contexto europeo.

El problema del descrédito de la política no está en la corrupción, aunque en Canarias (si nos fijamos en los datos de participación en Lanzarote) la presencia de golfos en las instituciones públicas sí provoca un aumento de la abstención. Quizá el hecho de que la gente considere a la “clase política” como su tercer problema ( por encima del terrorismo, de la inseguridad ciudadana o de la vivienda), sea esa visión de casta privilegiada. Los políticos profesionales se han convertido en una auténtica aristocracia, que acumulan privilegios que no tiene el pueblo y que, encima, se permiten el lujo de llamar gandules o vagos a los trabajadores públicos.

Mientras que nuestras cárceles están llenas de presos preventivos que están pendientes de un juicio, en muchos casos por haber robado un coche o entrado en una casa, en nuestro Parlamento y en el ayuntamiento de Arrecife de Lanzarote hay unos señores que en algunos casos han confesado que han sobornado (delito con penas de cárcel), en otros tienen sentencias de prisión de un alto tribunal, y en algunos casos han reconocido que recibieron lujosos regalos (viajes en jets privados) de amigos a los que luego aprobaron proyectos urbanísticos que suponían un trato especial dentro de las leyes territoriales.

Estos aristócratas que cuando son trincados con las manos en la masa (o en la caña de pescar) son juzgados por magistrados elegidos por sus propios partidos políticos, que a veces se salvan por juezas que años después reconocen su íntima amistad con ellos, estos aristócratas son los que están convirtiendo a los partidos políticos en un problema. Son ellos, los que entienden la política como una profesión enriquecedora, que no aguantarían ni un minuto en la oposición o con un salario de mil euros y que rechazan la subida del salario mínimo, son ellos los que están provocando el descrédito del sistema representativo. O expulsamos a estos aristócratas de la política o ellos acabarán con la democracia.

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Juan García Luján