Preguntas incómodas

José Miguel González Hernández

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Se dice que hablando se entiende la gente…. Y las instituciones. De hecho, el acto de comunicarse alterna la emisión y la recepción tanto desde la perspectiva verbal como gestual o, en términos actuales, con emoticonos. A partir de ahí es necesario el plantear turnos porque se ha de caracterizar por la alternancia a través de la sucesión de las intervenciones. Dicha sucesión se puede hacer, bien a través de una óptica prospectiva, seleccionando la interlocución ante el derecho y la obligación de intervenir, o bien a través de un proceso de autoselección en donde la transición se hace a través de la cortesía. En todos estos casos, tengamos en cuenta que se puede ocasionar un posible solapamiento.

A partir de esa circunstancia habría que analizar tanto la estructura como los tipos de intercambios que se ejecutan a través de la interacción que corresponde al hecho, la secuencia, caracterizada por el cambio de la actividad discursiva o bien por la alteración de las interlocuciones. Tengamos en cuenta que existe distinción entre el uso interaccional, donde se emplea para desarrollar y mantener una relación social, o el uso transaccional del código, donde se plantea la transmisión de información. En otro orden de cosas, las relaciones también se pueden describir conversaciones espontáneas, bien en modo discusión, entrevista, debate o tertulia. ¿Y si le incorporamos las nuevas tecnologías donde la presencia real se sustituye por la telemática, añadiendo anonimidad a la situación? De hecho, las tecnologías de la información y la comunicación han creado géneros conversacionales nuevos, con características propias.

Siguiendo con las preguntas, ¿por qué es tan relevante este tema? Porque el conocimiento de la estructura conversacional y las expectativas de uso lingüístico permite diseñar actividades de interacción verbal en donde se tomen conciencia de las normas de conversación específicas de cada cultura lingüística, contribuyendo a la cooperación comunicativa a la vez que evitan malentendidos porque en todo procedimiento hay una emisión, un mensaje, un canal, una recepción, un código y un contexto. En este sentido, la comunicación entre las personas y las instituciones ¿en qué se basa? Da la sensación de que la conexión del tejido social y económico con los diferentes organismos de orden público, principalmente, se basa única y exclusivamente con la de abonar tributos o cumplir requisitos en un plazo determinado. Es decir, el lenguaje de la obligación sin tener en consideración que se hace para obtener una sociedad con derechos.

Por ello, para saber qué hacemos, para qué lo hacemos y por qué lo hacemos nada mejor que la interacción y la comunicación. Y no estamos hablado del mero conocimiento del lenguaje administrativo especializado, sino de la naturaleza a través de la consecución de un proceso de eficacia comunicativa para que los mensajes consigan su objetivo, evitando textos incomprensibles faltos de claridad, llenos de aparatosidad, llegando a ser exasperantes y tediosos. Ahora bien, dándole pausa al debate, ¿no será que la finalidad no es en sí la de comunicar algo, sino el de aplicar un sentimiento de superioridad rastrera con el propósito de no ser entendido de forma voluntaria? ¿Podría ser que el pensamiento más hondo del sistema sea el de “aquí mando yo, por lo que cállate y obedece”?

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