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Propósitos para el nuevo año

Eduardo Serradilla / Eduardo Serradilla

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En la mayoría de los casos suelen ser propósitos ?más bien deseos- que están relacionados con temas monetarios Si yo fuera rico..., estética personal ?esos kilos de más- o el abandono de un determinado vicio que perjudica nuestra salud. También están los que desean la paz del mundo y esas cosas, algo encomiable pero que se da de bruces con la clase empresarial, los grandes bancos y el capital en general. No me olvido de quienes para esas horas nocturnas ya se han peleado con buena parte de su familia, con lo que no hay tiempo para pensar en nada más que en aguantarse las ganas de cometer un crimen múltiple o quienes están demasiado cocidos como para ser capaces de hacerse ningún tipo de propósito de año nuevo.

Y luego estamos los que nos da por pensar en cosas maliciosas y que suelen ir en contra de los caducos principios que siguen atenazando a la sociedad de nuestra comunidad. Para algunos de nosotros, un año que empieza alberga una esperanza de cambio y la oportunidad de que las cosas, por lo menos algunas, cambien de registro. De ahí que en tan señaladas fechas, y sin la presión añadida de las mentadas y cacareadas uvas ?las cuales terminan siendo un suplicio para muchas personas-, nuestras neuronas se empeñen en jugar un partida contra el sinsentido que, a buen seguro, seguirá marcando los designios de nuestra sociedad. Aun así, por unos momentos, es divertido pensar en un mundo al revés, donde las cosas pudieran tener cierta lógica.

¿Se imaginan una sociedad dónde el verbo derrochar no se conjurara? ¿Una sociedad dónde los responsables al cargo de una determinada área midieran todas y cada una de sus decisiones tratando de favorecer el bien común y no el provecho de unos pocos?

Sé que es tremendamente complejo aspirar, siquiera, a una mínimo aprovechamiento de los fondos en un sistema anquilosado, viciado y que favorece a los amigos y al compadreo como de si de una verdad absoluta se tratara. No obstante, a poco que algunos se pusieran manos a la obra, se lograrían hacer muchas pequeñas cosas ?muchas más de las que se logran hacer en medio de la maraña político-burocrática en la que estamos inmersos- las cuales repercutirían beneficiosamente en nuestra sociedad.

De ser así, episodios como los vividos el pasado año durante el carnaval de Santa Cruz de Tenerife ?durante la inolvidable y nefasta gala de elección de la reina del carnaval- no se volverían a repetir. Tal bochornoso espectáculo dejó muy a las claras que es muy fácil gastar fondos públicos pero muy difícil pedir responsabilidades por ellos. El resultado final fue el tremendo insulto que debió soportar el pueblo de Tenerife de manos de un cacareado organizador que, además de ignorante, demostró ser un soberbio que no dudó en sacudirse toda la responsabilidad de tamaña afrenta.

Ejemplos de lo fácil que es disparar con pólvora ajena hay demasiados, casi todos protagonizados por quienes han jurado ?o prometido- defender los intereses de los ciudadanos y nos los suyos propios y los de sus amigos. Por ello, un buen propósito para quienes se quejan del continúo marcaje al que son sometidos sería que aprendieran a moderar los desmanes presupuestarios que cada día comenten y sin cortarse un pelo.

Tampoco estaría mal que los mentados cargos electos se preocuparan por dejar algo más que obras faraónicas y ruinas a su paso. En nuestra comunidad, y a pesar de las sandeces que propagan sus responsables, hay áreas que necesitan soluciones urgentes. La sanidad, la educación, la cultura, los servicios sociales, los mayores... son asignaturas pendientes que no tienen el glamour de propuestas como la defenestrada Gran Marina o el rutilante tranvía de Santa Cruz de Tenerife pero que interesan a bastantes más ciudadanos de a pie. Si pudiéramos saber el coste real de muchas de esas propuestas populistas y electoralistas que llenan nuestras ciudades, nos darían ganas de....

Pero volviendo a los propósitos y deseos para el nuevo año, a uno le dio, dado que en la tele nos castigaban con lo peor de cada cadena, por sacar la calculadora y ponerse a jugar con los números ?y eso que soy de letras-. Hace meses ya les conté que con los 360.000 euros que había costado la megalómana bandera auspiciada por los anteriores responsables del Cabildo de Gran Canaria se podían comprar 18.000 libros ?y 24.000 DVD- mucho más necesarios para esta sociedad. Seguro que las bibliotecas de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria lo agradecerían enormemente.

El caso es que, tras leer un artículo sobre el coste de un estudiante finlandés, el cual apareció en el suplemento dominical del rotativo Diario de Avisos, escrito a raíz de la publicación del último informe PISA, volví a utilizar mi pequeña calculadora. En dicho artículo se decía que el Estado finlandés se gastaba un total de 200.000 euros en pagar todos los estudios de un estudiante, desde que entraba en la guardería hasta que terminaba sus estudios superiores universitarios ?con doctorado incluido-.

Con dicha cifra y sabiendo el presupuesto de ese monumento al derroche y la insensatez en que se ha convertido la Televisión Autonómica Canaria, saqué el siguiente resultado: si se invirtieran los 67.000.000 de euros que dicen que costará el mentado engendro ?la tele autonómica- durante este año recién estrenado en pagar toda la educación de un grupo de jóvenes canarios, se lograría formar totalmente a 335 de ellos. No es un gran número si se considera la cantidad de estudiantes que hay en la comunidad, pero está claro que con ese dinero que lograría muchas más cosas que gastándolo en una propuesta de televisión tan torticera como la que ahora debemos soportar.

Claro que en medio de mis desvaríos de primero de año, alguien vino a recordarme que eso nunca pasaría por una razón muy simple: a los responsables no les interesa gastarse ese dinero en educación. De hacerlo, dudo mucho que alguno de esos 335 alumnos les llegara a votar. La formación es peligrosa porque le da a las personas un juicio crítico que difícilmente casa con la mentalidad de quienes nos mal gobiernan. Por eso es mejor gastárselo en un televisión que terminará siendo motivo de estudio en las universidades y no precisamente por su virtudes.

Por todo ello y buscando el comenzar el año con mejores vibraciones, decidí dar un paseo por el casco antiguo de la ciudad. Allí me volví a topar con el glamour de la bolsa de plástico, los trajes de noches mezclados con el asfalto de las calles y la estupidez del ser humano capaz de empezar el año, de pie, tirado en medio de la calle y pasando frío con un vaso de plástico y disfrutando del garrafón de cada fin de semana. Por lo menos los vapores etílicos, a buen seguro que les ayudaron a olvidar la realidad a la que nos someten los... (añadir el adjetivo que prefieran) que dicen defender los intereses de los ciudadanos de la nuestra comunidad. El resto mejor lo dejamos.

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