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Quiero votar

Ayoze Rodríguez

Las Palmas de Gran Canaria —

Las pasadas elecciones al Parlamento Europeo fueron la prueba física del descontento social que reina en nuestro entorno. Ganó la abstención porque la ciudadanía quiso que ganara y ganó la desafección política porque algunos tapan sus oídos y no escuchan lo que la gente día a día reclama.

La demanda democrática de los ciudadanos y ciudadanas ha cambiado, la gente no se conforma ya con que sea representativa, quieren y ansían participar de la política, piden un cambio en el sistema, quieren seguir siendo oyentes pero piden ser oradores y aquellos que eliminen las barreras de este camino serán, sin duda, los que ostenten finalmente el calificativo de progresistas y ganen el favor electoral de la mayoría del país. Pero el debate de un cambio hacia una democracia participativa debe ser más profundo, debe de analizarse desde su base, parte a parte, tramo a tramo, y comprenderán mis queridos lectores que yo en unas líneas no pueda exponer lo que sin duda sería toda una tesis doctoral.

Como he dicho en el párrafo anterior, la democracia debe de analizarse desde los cimientos y para mí no hay otras raíces del árbol demócratico que aquellas que elevan al máximo la definición teórica del sufragio universal, fomentando en un mundo igualitario el sufragio activo y el pasivo y no permitiendo la limitación del derecho al voto cuando lo ponemos en práctica. Porque aunque algunos pongáis en duda lo que digo, el sufragio no es tan universal como creemos.

Avances en pro de que todos los ciudadanos y ciudadanas, sean de donde sean, tengan derecho al voto, los hay, no lo pongo en duda. En la Unión Europa unos países más que otros muestran más cercanía entre la definición teórica y la práctica del sufragio universal. Países como Holanda y Dinamarca están muy por encima de otros como Alemania, Francia, Italia, Bélgica o nuestra propia España en la que el derecho al sufragio activo se otorga o no según que proceso electoral se lleve a cabo. Y es aquí donde realmente quiero hacer hincapié, en que no puede haber una exclusión ciudadana de los procesos electorales amparada por la procedencia de un país o de un continente, porque no me puedes permitir votar siendo extranjero en unas elecciones municipales simplemente por un convenio de reciprocidad y negarme ese derecho a causa de que no te hayas puesto de acuerdo con mi país de origen, porque yo resido también en España, porque yo cumplo las leyes al igual que cualquier otro ciudadano o ciudadana natural de este país.

¡Yo quiero votar! y ¡yo quiero tener derecho a votar!, y es ahí donde anida el verdadero sufragio universal, en la plena participación de residentes en un proceso electoral, en hacer de la diversidad de las nacionalidades un ejercicio de integración en la comunidad y otro de igualdad y aprender de ello. Porque sin duda alguna, la base o los principios de una democracia participativa emanan de una plena participación activa de todos y todas los ciudadanos y ciudadanas que habitan en un país, que habitan en este país.

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