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Rakkautta & Anarkkiaa. Sí al amor no a la guerra

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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Lo cierto es que estas frases bien pudieran servir de explicación para la primera película dirigida por la actriz y cantante Madonna, titulada Filth and Wisdom. La película es una historia de personajes marginales, buscavidas en el más amplio sentido de la palabra. Algunos luchan por mantener sus sueños intactos, a pesar de la hostilidad que los rodea. Otros se han dejado llevar por sus instintos y no dudan en hacer cualquier cosa con tal de sobrevivir. También está el intelectual que, privado de su vista, ha decidido permanecer aislado en su mundo interior y ya sólo le quedan los recuerdos de su antigua existencia.

Sin embargo, al final de todo, y parafraseando una canción de los Beatles, All you need is love, sin trampa ni cartón. Amor y un poco de paz que cada uno encontrará en un rincón de su corazón. Filth and Wisdom no es una película perfecta, pero Madonna logra provocar, despertar algún que otro sentimiento en el espectador y dejarte, al final, con un agridulce sabor de boca. Las cosas no son ni blancas ni negras y es, en la inmensa paleta de grises que se encuentra entre ambos colores, donde Madonna bebe para su primera y más que notable película.

No diré que el Festival Internacional de Cine de Helsinki es una “anarquía amorosa”, tal y como plantea Madonna en su largo. Ni mucho menos, pero cuando se trabaja en él no hay duda de que impera un sentimiento de rebeldía y cierta anarquía, como su mismo nombre original indica.

Rakkautta & Anarkkiaa ?Amor y Anarquía en nuestro idioma- es un festival que gusta de poner al límite los sentimientos y las convicciones de todos aquellos que, año tras años, abarrotan las salas en las que se proyectan las películas de su extensa programación.

En la mayoría de ellas, por no decir en su práctica totalidad, los responsables del festival tratan de provocar reacciones en los espectadores, en un país que, salvo en contadas ocasiones, vive en una relativa tranquilidad cotidiana.

Puede que el interés de los responsables del festival, en su búsqueda por lograr sorprender a los espectadores, se viera este año desbordado por los acontecimientos desarrollados en un centro de formación profesional. Dicho centro estudiantil fue el escenario de la segunda matanza protagonizada por un solitario joven finlandés, enfrentado y enfadado con el mundo en el que le había tocado vivir.

Ignoro si quienes tejen los hilos del destino se unieron a la “controlada” provocación de la que hace gala el Festival de Cine de Helsinki. No obstante, un día antes de dicha matanza, se proyectó una película de Estonia, titulada La clase (Klass), en la que se narraban unos sucesos muy similares a los que ocurrirían, 24 horas después, en Kauhajoki.

La película dirigida por Ilmar Raag es, no sólo una radiografía de por qué suceden tragedias de esta índole, sino una descarnada disección de una sociedad, la de la república báltica de Estonia, la cual trata de adaptarse a los nuevos tiempos después del pesado legado del bloque soviético y todo lo que ello ha supuesto para las viejas y las nuevas generaciones.

La historia, magníficamente resuelta por los jóvenes actores que dan vida a los protagonistas, demuestra que los problemas del mundo son más comunes de lo que algunos se empeñan en plantear, y tal y como se plasman en La Clase son moneda común entre las jóvenes generaciones. Tan sólo con un trabajo conjunto -lejos de banderas, nacionalismos y demás patrañas anquilosadas y caducas- tendremos alguna posibilidad de solucionarlos.

La clase formaba parte de la sección titulada Historias del Este, una de las veinte que componían la programación del festival. En ellas se podían encontrar desde una selección de películas centradas en el conflicto bélico iraquí, pasando por algunos buenos ejemplos de cinematografías como la francesa, la británica, la argentina, la nórdica, el Bollywood hindú, el anime oriental o una sección titilada ¿Cómo va España?, un espacio reservado para cine que se produce en nuestras fronteras.

En Rakkautta & Anarkiaa también hubo tiempo de rescatar grandes clásicos del cine contemporáneo como la magistral Hasta que llegó su hora del director italiano Sergio Leone; revisar el trabajo de un director como Wong Kar-Wai ?de quien se pudo ver Ashes of Time Redux-; conocer el último delirio cinematográfico de los oscarizados hermanos Cohen ?Burn after Reading-; o disfrutar con la segunda película del director finlandés Antti Jusi Annilla, responsable de la inquietante Sauna.

El resultado final, después de diez días de proyección, supuso el poder contemplar un mosaico de personalidades, sentimientos y maneras de vivir, tan plural como minimalista. Durante esos días, Rakkautta & Anarkiaa fue una verdadera puerta al mundo exterior donde los casi 50.000 espectadores que acudieron a las distintas salas de proyecciones se pudieron asomar a los más recónditos lugares del mundo y a las más asombrosas historias, rodadas con el ánimo de hacernos pensar, durante y después de la proyección.

Puede que la película que mejor resuma el espíritu del festival sea Blindness, dirigida por Fernando Meirelles (City of God) y basada en la novela del premio nobel de literatura portugués José Saramago. La ceguera que afecta a los protagonistas de la película, bien pudiera ser una parábola del mundo en el que vivimos, ajeno y ciego a demasiadas cosas. Sólo la protagonista, interpretada de manera magistral por la actriz Julianne Moore, es capaz de ver lo que ocurre a su alrededor, aunque ello le acabe suponiendo un problema, más que una ventaja, tal y como se desarrolla la acción.

O tal vez sea como nos dice el actor Danny Glover, al principio de la narración: No creo que nos quedásemos ciegos. Creo que siempre hemos estado ciegos.

Sea como fuere, Rakkautta & Anarkiaa busca librarnos de dicha ceguera crónica y ayudarnos a ver el mundo de otra manera, por duro que éste pueda llegar a ser. Y les aseguro que lo logra, sin ninguna duda.

En las siguientes columnas les contaré más cosas sobre este apasionante festival, mientras trato que la ceguera no me impida ver lo que ocurre alrededor mío.

Eduardo Serradilla Sanchis

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