Reunificación

Jamás se ha habló menos, a pocas fechas del encuentro crucial con las urnas, de programas, de proyectos políticos, de matices ideológicos, de una concepción de la sociedad por parte de los dos partidos mayoritarios de la nación, que en esta convocatoria. Azuzados por la búsqueda imprescindible del voto, sea como sea, todo se reduce hoy a un intento desaforado, tanto por parte del PP como del PSOE, de atraer al elector con medidas que garanticen, improbablemente, un desahogo de su economía doméstica en los tiempos venideros.

El invento zapateril de la devolución de 400 euros a los declarantes del IRPF roza el surrealismo y plantea algunas interrogantes que mi asesor fiscal no sido capaz de responder. Entre otras, saber si esa devolución será puntual y relativa a un solo ejercicio, en plan celebración de la victoria socialista en 2008, o si se institucionalizará en años sucesivos. Otra preguntita: ¿no sería más sencillo, desde el punto de vista burocrático, descontar esos cuatrocientos euros a quienes deban aportar a Hacienda más de esa cantidad en lugar de reintegrársela??... En fin? Todas las grandes ideas nacidas de la genialidad han sido acogidas siempre con mezquinos recelos. A lo peor, está volviendo a suceder.

En cualquier caso, todas esas ventajas dinerarias, fiscales, laborales, docentes (habrá una guardería por niño si siguen pujando en este plan), etcétera, costarán un pastón. Pero, como resulta que, además, tanto socialistas como populares juegan a bajar los impuestos ?otro pulso en vigor-, ¿de dónde saldrá el dinero para crear esas jaujas que con las que nos encandilan los unos y los otros?... No hay respuesta a tan simple cuestión. Parece como si Zapatero y Rajoy hubiesen encargado sus campañas a los nada escrupulosos responsables de la creación de las peligrosas compañías de reunificación de créditos. Todos los españolitos nos vamos a ver así, como los clientes de esas agencias, si creemos, ilusos, en la posibilidad real del futuro que nos están pintando. Endeudados hasta las cejas y pagando al Estado durante lustros su prodigalidad. Avisados están, que conste.

José H. Chela