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Sánchez y el ultimátum a la colonia

Miguel Sagaseta

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La situación actual de Venezuela ha reubicado al Reino de España como el gran imperio en el que no se pone el Sol, lugar de donde nunca debió salir y, a su Presiente de Gobierno, en el líder mundial que se merece. Esto se refleja de forma palmaria en que casi todos, por no decir todos los grandes países del mundo, permanecían a la espera de lo que él dijera una vez cumplido el ultimátum a la colonia, para adoptar sus respectivas posiciones. Otro hecho que ratifica lo comentado es que su esmerado y preciso mensaje fuera portada en todos y cada uno de los principales medios de comunicación internacionales.

D. Pedro Sánchez, ese político de envergadura, una auténtica máquina de ganar elecciones por amplias mayorías, un hombre que no solo vence, sino que convence. Se trata de una autentica institución a la cual todos los gobiernos del Viejo Continente le profesan un respeto solemne por la autoridad moral que se ha ganado a pulso con una vida política plagada de luchas y victorias sociales, sindicales y de toda índole. Es verdad que su procedencia española, un país con siglos de democracia a sus espaldas, le ayuda en lo que a dar lecciones de democracia se refiere.

No obstante, a mi entender en su “debe” hay dos aspectos que deben ser corregidos. Primero, el principal y más importante, a mi juicio se ha quedado corto con la posición adoptada tras el fin del ultimátum a la colonia. Debió enviar de forma inmediata una nueva “armada invencible”, pero esta vez invencible de verdad, fortaleciendo cada navío con la sustitución de los simples curas de aquella época por los grandes obispos del momento. Mi opción preferible serían los monjes de la Abadía Benedictina del sagrado Valle de los Caídos.

Con lo anterior no quiero decir que no este de acuerdo con que Sánchez reconociera a Juan Guaidó como Presidente de Venezuela y que exigiera unas elecciones parlamentarias, lo que digo es que fue del todo insuficiente. En favor de Guaidó se debe tener en cuenta que no se ha autoproclamado presidente en su casa, solo, sin testigos. No, lo hizo en la calle en una manifestación con centenares de personas de testigos, que conste este decisivo factor.

La principal muestra de la inquebrantable posición ideológica socialista de Sánchez son los presidentes con que se alinea. En especial tres casos: Donald Trump, más que conocido por su internacionalismo, su respeto a los derechos humanos y su defensa a ultranza de la paz mundial. Tarde o temprano obtendrá el premio Nobel de la paz, en mi opinión cuando consiga terminar el muro para que los inmigrantes no arriesgan su vida por esos desiertos, sino que entren libremente por las autopistas de sus fronteras, estoy convencido que se lo darán. Su única obsesión siempre ha sido el bienestar de los sudamericanos en general y de los venezolanos en particular. No hagan caso de los medios rojos bolcheviques que dejan caer que el petróleo venezolano tiene algo que ver en sus posiciones.

Emmanuel Macron, en la línea histórica de los franceses, siempre con ese sentido del deber, de la responsabilidad y de la oportunidad. No participan cuando no procede y lo hacen cuando es necesario. Por ejemplo, en tiempos de Léon Blum defendieron la “no intervención” en la Guerra Civil Española evitando el enfrentamiento con la Alemania de Adolf Hitler y la Italia de Benito Mussolini y ahora contra el monstruo de Maduro reconocen al presidente autoproclamado Guaidó.

Felipe González, el histórico socialista, un hombre de izquierdas con mayúsculas, a mi juicio de forma acertada reivindica el papel del Reino de España como autoridad sobre Venezuela. Cito textualmente una de sus sentencias: “Sería difícil de entender para España que el primero en marcar posición de lo que pasa en Venezuela fuera otro país: Francia, Alemania o el que sea”. Además supo estar a la altura de las circunstancias durante toda su etapa, en especial en la “transición”, cuando se protegió y premió a los torturadores franquistas y, bien entrado su mandato, con los casos de Lasa y Zabala realizados por los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL).

Segundo, a pesar de estar de acuerdo con Sánchez en las reiteradas visitas a América Latina a explicar cómo se deben hacer las cosas de un modo socialista, creo que tampoco es bueno descuidar algunas cuestiones banales como por ejemplo gobernar al Reino de España. Si bien es cierto que el país va “viento en popa”, con un estado social y de derecho solido como una roca, hay ciertos asuntitos a los cuales debe prestar algo de atención, véase: las pensiones dignas, la precariedad del empleo, el desempleo juvenil, la violencia machista, la situación en Cataluña, la aparición de partidos de extrema derecha… y quizá también aprobar los presupuestos, no vaya a ser que ocurra la tragedia, es decir, que nos lo apruebe y se tenga que ir antes de enviar a la citada “armada invencible” camino de Sudamérica.

Además a modo de reflexión general, me gustaría comentar un tema que nunca he entendido, y es el por qué hay algunos ciudadanos de la colonia de Venezuela que no nos terminan de apreciar. Les dimos el idioma de Cervantes, la religion católica apostólica romana, la arquitectura colonial que conforma lo más bonito de sus ciudades y, sobre todo, el disfrute del reinado de los Borbones. Es verdad que algo hubo de muertes, torturas, violaciones… en la conquista, pero fueron mínimas y siempre por su bien, pensando en su desarrollo y su futura democracia.

Si nos ponemos en serio solo se me ocurre terminar estas líneas con una frase de Groucho Marx: “Si usted entiende algo, dígamelo”.

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