Espacio de opinión de Canarias Ahora
Sensaciones del Cheerleading World Championships 2007
Sabíamos que la función de la animadoras era, precisamente, ésa, la de animar. Sin embargo, no estábamos preparados para ver cómo muchas de las participantes estaban dispuestas a desafiar la ley de la gravedad y, en algunos momentos, a salir catapultadas fuera del recinto del Helsinki Ice Arena. Es más, de no ser por la coordinación demostrada por cada uno de los equipos, algunas de las participantes hubieran emulado a un personaje de cualquier cartoon televisivo, volando por los cielos de la ciudad de Helsinki para caer, vayan ustedes a saber dónde.
Pero no, por increíble que pueda parecer, después de aquellos espeluznantes saltos, cada una de las animadoras volvía a caer donde debía, aunque en algunas ocasiones, ellas y las personas encargadas de velar por su seguridad, dieran con sus huesos en la moqueta del recinto.
Recuerdo uno de ellos, un chico del equipo de Cheer Mixed, que, a pesar de los desvelos de sus “ángeles custodios” ?los cuatro encargados de evitar que cualquier caída llegara a mayores- dio con su espalda en el suelo, terminando la actuación con notables síntomas de dolor. Imagino que aquello era un precio pequeño, en medio de un espectáculo vibrante, ameno y colorido, y cuya principal intención era divertir al público allí reunido.
La competición tuvo dos jornadas bien diferenciadas. El sábado, donde los equipos lucharon contra los nervios del primer día, además de estar muy atentos a las actuaciones del resto de los equipos, y el domingo, donde el espectáculo primó sobre todas las cosas. Aún así, el sábado fue un día apasionante donde cada uno de los países mostró sus cartas de identidad ante un público entregado, llegado desde todos los países participantes. Resultaba genial ver las gradas llenas de banderas y aficionados de países tan distantes como Japón, Alemania, Taipei, Austria, o vecinos como Suecia, Noruega, Dinamarca, Eslovenia, Ucrania o Rusia.
Además, lo mejor fue comprobar que, lejos de rivalidades entre ellos, cada uno de los participantes disfrutaba con las actuaciones de sus competidores. En eso, el país anfitrión demostró su talante, sobre todo durante la entrega de los galardones del domingo por la tarde, aplaudiendo y animando a los espectadores a que corearan el nombre de Japón, país que arrasó en dos de las tres categorías.
Y es que las japonesas parecían recién salidas de una película de anime, ésas en las que los protagonistas son capaces de las hazañas más asombrosas. Vamos, que si nos dijeran que las integrantes del equipo japonés eran parientes de Ranma Saotome , Akane Tendo, o de cualquier otro personaje de la mítica serie de Rumiko Takahashi, Ranma ½ , a nadie le extrañaría lo más mínimo. Sus saltos, sus piruetas en el aire, sus sincronizadas pirámides humanas y toda su coreografía parecían más propias de un videojuego que de una competición disputada en “vivo y directo”. Entiendo la cara de asombro de uno de los miembros del equipo ruso mientras le comentaba a una compañera que, a lado de las japonesas, sus coreografías eran totalmente planas.
Tampoco quiero que piensen que el resto de equipos actuaron de comparsas de las actuales campeonas del mundo -y por mucho tiempo, dado el tremendo nivel demostrado-, pero es que los ejercicios de las niponas dejaron el listón muy, muy alto.
De todas maneras, el resto de los equipos, especialmente el finlandés -no hay que olvidar que jugaban en casa- se propusieron animar la competición y hacer partícipes de sus esfuerzos al numeroso público que se dio cita en el Helsinki Ice Arena. Con su entrega lograron que los espectadores vibraran y disfrutaran como el que más, bailando y coreando las proclamas que cada uno de los equipos gritaba durante su actuación.
Durante aquellos momentos, el público se convirtió en una pieza más del espectáculo, ondeando banderas, animando con sus aplausos, y dándole mayor colorido -si eso fuera posible en un encuentro multicolor- a las actuaciones de cada uno de los equipos. No les desvelaré nada nuevo si les digo que, cuando Finlandia estaba sobre la pista, el ruido se hacía insoportable y los decibelios amenazaban con terminar con nuestros ya maltrechos oídos. En esos momentos, los colores de la enseña del país organizador, el blanco y azul, rivalizaban con las piruetas, los saltos y los ejercicios de los competidores en la pista central. Puede que aquellos fueran, junto con las increíbles actuaciones del equipo japonés, los momentos más emotivos de unas jornadas de por si marcadas por el espectáculo con mayúsculas.
En la memoria también quedan las caras de quienes ya habían competido, disfrutando o quedándose con la boca abierta, ante los ejercicios de los equipos contrarios. O mostrando el disgusto por un error o por una eventualidad de algún miembro de su equipo -como uno de los integrantes del equipo alemán de Cheer Dance- el cual sufrió un tirón durante la jornada del sábado, el cual le impidió competir el domingo. Aún así, después de su actuación tuvo el aplomo, cojeando y todo, de hablar con uno de los presentadores del evento y contestar a sus preguntas mientras era sujetado por dos miembros de su equipo. Quedaba claro con su sacrifico que el espectáculo debía continuar y así fue durante los dos días de la competición.
Cuando se entregaron los premios y el testigo pasó a manos de la ciudad alemana de Bremen, próxima organizadora del campeonato mundial en el año 2009, todo el mundo abandonó sus asientos con una sonrisa de satisfacción por los apasionantes momentos que habían tenido la ocasión de vivir y con ganas de que la competición hubiera durado más.
Y lo mejor de todo es que no hizo falta que nadie recurriera a los tantas veces mencionados “dedos espirituales” de la película Bring it on para hacernos disfrutar como niños en una tienda de chuches. El verdadero espíritu lo derrocharon los participantes y todos los asistentes fuimos partícipes de ello.
Eduardo Serradilla Sanchis
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