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Espacio de opinión de Canarias Ahora

Separar la paja del trigo

José Manuel Balbuena Castellano / José M. Balbuena Castellano

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Yo soy el primero en defender a los emigrantes, a los que vienen a esta tierra para trabajar y tratar de obtener unas mejores condiciones de vida que quizás no puedan encontrar en sus países de origen, por las razones que sean. Siento realmente que muchos vengan a la aventura, sin garantías de un trabajo al llegar, sin permiso para residir o sin un hogar donde cobijarse dignamente. Y siento que no haya una política más clara en este aspecto que regule la entrada de personas y evite luego las malas consecuencias que la clandestinidad trae.

Pero lo que no podemos permitir de ninguna manera, ni la sociedad, ni el Gobierno de esta nación, es la entrada de miles de personas procedentes de todas las partes del mundo que realmente no vienen a trabajar sino que, de forma organizada, su objetivo es delinquir. Y aquí se incluye toda una gama que puede ir desde los robos y atracos a joyerías o en bancos, a mansiones aisladas, a viviendas que se ubican en zonas residenciales con personas de alto nivel económico, al tráfico de drogas, a la trata de blancas, a la explotación de personas, al proxenetismo, etc. o a la existencia de mafias, de sicarios que cometen crímenes tranquilamente y luego desaparecen sin dejar rastro.

Como no quiero que me llamen racista o xenófobo no voy a mencionar la nacionalidad de estos delincuentes que se han instalado en el país, y que tanto trabajo y quebraderos de cabeza están dando a la policía española, a la Guardia Civil o a la Justicia. En la lucha contra este fenómeno deberán ponerse todos los esfuerzos o los medios necesarios, o pondremos en peligro nuestro estado de derecho, entraríamos en la anarquía y se elevará la sensación de inseguridad ciudadana.

Aquí en Canarias, aunque las cifras oficiales, y por tanto pasadas por el tamiz político y la propaganda, aseguran que la delincuencia ha disminuido, personalmente no lo creo así y muchos ciudadanos de estas islas tampoco. Desde hace muchos años se viene denunciando a esos grupos de extranjeros cuyo oficio es delinquir que se colocan estratégicamente en aeropuertos, en hoteles o recepciones para robar el equipaje a los turistas que llegan a Canarias, o atacarles con violencia para quitarles lo que llevan encima.

Una de las características de esta delincuencia importada es su osadía y su violencia que en algunos casos pueden a llegar a la muerte de las víctimas. La Policía lo sabe, los políticos y los empresarios también. Y los que los padecen son los visitantes y la imagen de esta tierra. La delincuencia es uno de los enemigos más grandes del turismo

En la Peninsula se ve otra modalidad de delincuencia o de modos de vida en la que intervienen foráneos. Por ejemplo esas mujeres jóvenes, casi todas procedentes del este de Europa, que se colocan en las puertas de supermercados o establecimientos muy concurridos con niños pequeños a los que dan el pecho, para que muevan a la compasión y reciban su dádiva correspondiente. Esas criaturas deben recibir algún narcótico porque se pasan el tiempo durmiendo.

Pero detrás de todo este tinglado hay unos hombres, unos maridos, unos chulos que no trabajan pero se benefician de la actividad de estas mujeres. Otro caso que se está dando es que los padres envían a hijos menores a robar, porque saben que éstos están protegidos por la ley en España y no les va a ocurrir nada. Casi todos estos delincuentes se saben todas las leyes y las martingalas. Se descubren, por otra parte, jóvenes llegadas de distintas partes del mundo, que son engañadas diciéndoles que van tener un trabajo en España y luego las obligan a prostituirse. Muchas páginas de algunos periódicos y revistas, que a lo mejor critican la explotación humana y la prostitución, se encuentran llenas de anuncios de prostitución femenina y masculina (pagados por proxenetas españoles y extranjeros). Otros traen clandestinamente a sus compatriotas y los tienen trabajando de forma oculta, explotándoles al máximo en condiciones infrahumanas, hasta que paguen la deuda que contraen por trasladarlos hasta España.

En fin, podría escribirse todo un compendio de las actividades delictivas realizadas por extranjeros en España, que se unen a la ya tradicional delincuencia española relacionada con la corrupción urbanística, los sobornos, el blanqueo de dinero, la economía sumergida, el cohecho, las drogas, las bandas callejeras, o la extorsión, secuestros, amenazas y asesinatos, métodos claramente mafiosos que cometen ciertos mal nacidos de este país, poniendo como excusa la liberación de su pueblo, la liberación, la independencia lo que sea razonable se consigue con las negociaciones, con el diálogo, nunca con la violencia y el cobarde tiro en la nuca. Y los que apoyan estos métodos, son cómplices, por supuesto.

Aunque las comparaciones son odiosas, España cada vez se asemeja cada vez más a esos Estados Unidos de los años 20-30, donde los delincuentes, especialmente la mafia italiana, creo un estado paralelo. Aquí, en España, los emigrantes que vienen sin una garantía o un aval, correr el riesgo de tener que delinquir para sobrevivir en una tierra que les es extraña y a veces hostil.

Conclusión: demasiado trabajo para las fuerzas policiales, a las que hay que dotar de más medios, mejores incentivos y buenos sueldos, y que a veces se hacen insuficientes para tantos frentes delictivos como se les presenta. Conste que estos delincuentes foráneos a los que me refiero no vienen en patera. Entran tranquilamente por los aeropuertos españoles o por las carreteras de nuestras antiguas fronteras porque ya no tenemos ni fronteras. Como señalaba El País hace unos días está apareciendo un tipo de delincuencia más organizado, agresivo y sistemático que el tradicional.

José M. Balbuena Castellano

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