De Soria a Saavedra, y tiro porque me toca

Lo cierto es que a José Manuel Soria se le vio muy feliz con Elena Salgado (ver foto de la información de Canariasahora.es), y no tuvo reparos en votar a favor de las cuentas de Zapatero, porque Paulino Rivero se lo dejó muy clarito antes de irse Soria a Madrid: “vota que sí, o rompo la baraja”. Zapatero cumplió con su promesa de aprobar el nuevo modelo de financiación antes del 15 de julio, y José Manuel Soria se dio de besitos con la ministra de Economía y Vicepresidenta del Gobierno, Elena Salgado, y aquí paz y en el cielo bizcocho, y coge el dinero y corre, que con los agujeros de Tebeto, Tindaya, isla de Alegranza y demás escándalos de dineros que hay que pagar, la cosa no está para bromas.

Como bien dice mi compañero Juan García Luján en su artículo de hoy, Soria se ha convertido en un esquirol del Partido Popular, y ha pasado de las instrucciones de su jefe de filas a nivel nacional, Mariano Rajoy, con lo cual va perdiendo puntos cada vez más notoriamente en la consideración de la dirección de Génova, 13. Las cosas de Soria son de tal calibre que se permitió afirmar que los socialistas canarios estaban rascados por el sentido de su voto. Creo que cuando Santiago Pérez leyó estas declaraciones sus carcajadas se oian desde Santa Cruz a La Laguna, incluso los ecos llegaban a mi querida zona de Tacoronte-Acentejo.

No sé si Jerónimo Saavedra se quedó rascado con las declaraciones de Soria, pero me estoy convenciendo cada vez más que políticamente Saavedra está obnubilado. Ahora viene a decir sin anestesia que es necesario un pacto entre el Partido Socialista y Coalición Canaria, desoyendo la posición del Comité Regional socialista de oposición firme al PP y CC. Hacen bien Juan Fernando López Aguilar, Santiago Pérez, Sandra Rodríguez, y demás dirigentes de la Ejecutiva Regional en no contestar a Saavedra. Santiago Pérez ha estado muy correcto en “El Correillo” apelando a la responsabilidad política de Saavedra, que está con Soria de oca a oca, y tiro porque me toca. Y la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria patas arriba. Qué mal final político.