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No tengo tiempo para Saavedra

Juan García Luján / Juan García Luján

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Pero es que ayer murieron 14 personas en las puertas de nuestra casa. Es que ayer 60 familias africanas perdieron a un ser querido o, en el mejor de los casos, su única esperanza de salir adelante con las divisas con las que soñaban. Es que las muertes de ayer no tienen derecho a indemnización. Es que por los catorce muertos de ayer (o quizás sean más) no vendrán los grandes bufetes de abogados a proponer denuncias contra los autores de la ley de Extranjería que condena a los africanos a escapar en cayucos para entrar en un falso paraíso, ni contra los promotores de un sistema económico que está produciendo un auténtico genocidio en África.

Los catorce muertos aparecen en las portadas de los periódicos de hoy. Pero mañana ya no quedará espacio para ellos. Nos quedaremos sin saber sus nombres ni sus apellidos. No sabremos cada historia particular. Quizás sus familias nunca se enteren de su final, no se acercarán periodistas a las puertas de sus casas a grabar sus lágrimas.

Los supervivientes no recibirán visitas de príncipes ni de princesas, ni de presidentes de gobierno, los muertos no tendrán funerales presididos por el obispo en la plaza mayor. No habrá peleas por aparecer en unas fotos junto a unos negros supervivientes que a estas horas están en los calabozos o en el hospital, sin sicólogo que los ayude a superar la tragedia de haber pasado doce días en medio del océano sin saber si iban a llegar vivos, de haber sufrido largas noches junto a los cuerpos de sus compañeros muertos.

Los muertos de ayer no nos duelen tanto como los del avión de Spanair. A mí me impactó más el accidente de Barajas, lo reconozco. Pero por lo menos yo quería dedicar a los protagonistas de la tragedia de ayer el ratito que cada día empleo en escribir este artículo. Ya que tampoco veremos esquelas que los recuerden yo quería dedicarles las líneas que cada jornada asoman en esta esquina del periódico bajo el antetítulo “Somos nadie”. Porque ellos son nadie, los que murieron y los que sobrevivieron. Su vida vale menos que el cayuco que los trajo.

Sólo quería decir eso, por eso hoy no tengo tiempo para hablar de Jerónimo Saavedra y las guerras de poder en el PSOE.

Juan García Luján

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