Las tijeras de Sarko

José Carlos Mauricio, más retorcido y metafórico, ha advertido al personal de que “Sarko viene con unas tijeras muy grandes”. El símil está bien traído. Sirve para justificar cualquier vaticinio pesimista. Se supone que el cortante utensilio será utilizado por el nuevo presidente galo para hacer la puñeta a los privilegios (¿) de las regiones ultraperiféricas como la nuestra, pongamos por caso. Pero, uno, menos listo y espabilado que el consejero mutante de nuestro Gobierno autónomo, recuerda que Francia también tiene regiones allende los mares y bastante más periféricas y ultrísimas, si nos ponemos, que nuestro Archipiélago, Algo hará por ellas. En temas como el plátano, sin ir más lejos, París y Lisboa siempre han estado ahí, para echar una manita que les venía estupendamente a sus intereses. Sarko, más que con unas tijeras, tendría que haber aterrizado en el poder con un extintor para apagar los fuegos que ha provocado su elección en un mayo a dos décadas casi del que quiere borrar de la memoria y de la historia. Inútilmente. Nunca nada fue igual después del 68. Y él mismo, Sarkozy, en cierto modo, a través de los complejos vericuetos del destino, es, quizá, una consecuencia lejana y paradójica, de aquel mayo del que ahora abomina. Tampoco ha dejado pasar la ocasión de demostrar su perfil de hombre de Estado y puesto al día en la internacionalidad, Paulino Rivero, quien ha dedicado al acontecimiento un artículo fechado en Barquisimeto. El candidato de CC a la residencia ve también un peligro en Sarkozy (que, sin embargo, comparte, a buen seguro, sus tesis sobre desbordamientos migratorios) y aprovecha para insistir en la necesidad de que el próximo ejecutivo regional cuente con un departamento de Asuntos Exteriores. Siempre lo han tenido en la práctica los gobiernos canarios, al menos en lo que respecta a Venezuela, donde Paulino rubrica su ladrillo.

José H. Chela