Trump y Navalcarnero

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El país más importante del mundo ha hecho el ridículo más irrisorio con la toma del Congreso norteamericano por parte de los seguidores más extremistas y ultraderechistas del iluminado Donald Trump. Es un bochorno solo comparable con la eliminación de la Unión Deportiva Las Palmas en Copa por el Navalcarnero, un equipo de fútbol de un pueblo de Madrid que no llega a los 30.000 habitantes. Arucas tiene 10.000 más.

El intento de golpe de Estado protagonizado por unos mamarrachos y descerebrados trumpistas, valga la redundancia, ha hecho sonrojar a la cúpula dirigente de la administración estadounidense. A todos menos a su presidente en retirada, que ha demostrado que no sabe perder. 

Hace cuatro años Hillary Clinton le ganó por tres millones de votos populares, aunque los votos electorales representativos por estados lograron que el lunático empresario se hiciera con la presidencia del país. En esta ocasión Biden le sacó siete millones de votos populares a Donald Trump y también por suerte ganó en los votos electorales que le han dado ahora la presidencia de Estados Unidos de América. 

Todos sabemos las excelentes relaciones que mantiene el presidente de Vox con el de Estados Unidos, que ya es un palomo cojo a falta de pocos días para que le den una patada en el trasero y lo saquen en volandas de la Casa Blanca. 

Quizá por eso Santiago Abascal y también los dirigentes más ultras del Partido Popular (ay, Teodoro) embutidos en pieles de corderos liberales no solo no han condenado claramente el intento de golpe de Estado sino que han desviado la atención hacia Podemos y los manifestantes que rodearon el Congreso de los Diputados para entorpecer la toma de posesión de Mariano Rajoy. 

Estos trogloditas pretenden comparar una manifestación pacífica frente a las Cortes con una insurrección armada de ultras que tomaron literalmente el Capitolio blandiendo armas de fuego. 

Los manifestantes españoles ni usaron armas ni pisaron el Congreso, por lo que la comparación es propia de idiotas más que de políticos de primera fila.

Quien no se avergüence de esta morralla es como el aficionado de la Unión Deportiva que no se abochorna con la eliminación de su equipo en Navalcarnero. 

La humillación no es tanto por que nos haya apeado de la Copa un equipo de Segunda B. La verdadera humillación es que ese equipo se llama Navalcarnero. El colmo habría sido que también lo presidiera Donald Trump. 

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