El vaso comunicante

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La pirámide poblacional ya no es una pirámide. Se le sigue denominando así por motivos románticos, más que por razones basadas en la realidad. Por lo menos no lo es en la mayoría de las regiones que pertenecen al mundo desarrollado. Lo que se denomina tasa de reposición, que debe estar por encima de 2 para una normal evolución, ya ni siquiera se cumple. Y no se cumple por varios motivos. Algunas teorías defienden que la inversión menos rentable (o que incluso da pérdidas) son los descendientes. Otras la falta de conciliación de la vida laboral con la familiar. Incluso las hay las que defienden que se prefieren lujos materiales sobre los sentimentales. Sea cual fuere, actualmente lo cierto que la pirámide poblacional es realmente un rombo, en donde las cohortes de edad central son las más abundantes. Si a esta tendencia le sumamos el incremento de la esperanza de vida, el rombo se terminará convirtiendo en una señal de “ceda el paso”. 

Las implicaciones de una evolución demográfica de estas características no siempre son buenas en una sociedad tal y como está planteada hoy en día. Nuestro sistema necesita más aportaciones que percepciones y, tal y como va la cosa, no parece que sea la tendencia. Por otro lado, esto no ocurre en todos los rincones. Los países a los que les queda todavía mucho camino por recorrer en el ámbito del desarrollo tienen una vitalidad demográfica envidiable. El problema es que sus estructuras de redistribución de la renta no son las más idóneas. De hecho, hay cifras que defienden que el 90% de la riqueza mundial recae solo en el 20% de la población. Incluso, se afirma que el 45% de la riqueza está en manos solo del 1%. Pormenorizando aún más, quince países acaparan el 85% de la riqueza total. Pero es bien sabido que, si somos dos personas y nos comemos dos pollos, la media estadística nos dice que nos hemos zampado un pollo cada una. Pero no es así. A lo largo y ancho del mundo el reparto desigual de la riqueza se confirma cuando el análisis se hace por regiones porque, redondeando, el 40% se concentra en América del Norte, el 25% en Europa, el 20% en China, el 8% corresponde a India, el 5% a América Latina y el resto a África.

En la actualidad somos 7.500 millones de personas y está previsto que la población mundial alcance los 8.500 millones en 2030, 9.700 millones en 2050 y 11.200 millones en 2100. O lo que es lo mismo, no hay un problema de población. El problema se centra en la creación y en la distribución. ¿Y cuál es el vaso comunicante? Pues la inmigración. Aunque parezca una aventura idílica, como quien se va de viaje, emigrar es un cambio absoluto de vida porque accedes a otra sociedad en la que no has crecido. Y si lo haces de forma reglada y formal, pues tiene un pase, pero cuando lo haces de forma desesperada, no rozando la ilegalidad o alegalidad, según se mire, sino empapándote de ella, poniendo tu propia vida en riesgo, la situación cambia de forma más abrupta.

Y en Canarias sabemos de lo que estamos hablando. Tanto por los que se fueron cuando el hambre abundaba y la libertad escaseaba, como por los que vienen como puerta de entrada a Europa, prácticamente por los mismos argumentos. Pero en verdad ¿hacen falta más razones? Porque si el ruido de tus tripas no te dejara dormir o sientes continuas amenazas sobre ti o tu familia ¿qué harías? Esa es la pregunta.

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