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Víctimas canarias en el Sahara

José A. Alemán / José A. Alemán

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Para empezar, habrán visto cómo se pasa ya de puntillas por el referéndum. La ONU no ha sido capaz de sacarlo adelante y no por culpa de los saharauis, que quieren la consulta, sino debido al bloqueo sistemático de Marruecos, respaldado por estadounidenses y franceses, con España escurriendo el bulto. Nadie habla ya del referéndum.

En segundo lugar, es evidente que, aparte las ambiciones territoriales del nacionalismo marroquí, mueve a Rabat su mala relación con Argelia, que apoya a los saharauis. Argel quiere una salida al Atlántico y la certeza de que podría conseguirla con un Sahara independiente fue determinante para que las potencias occidentales cerraran filas con la monarquía alauita y la dejaran hacer. Primero, mandaban las circunstancias de la guerra fría; ahora, la prevención contra el terrorismo islamista que vino a sustituir al peligro comunista. Doy por supuestas las conveniencias económicas y empresariales que mueven más montañas que la fe.

El caso es que Rabat ha sabido jugar sus cartas sin que nadie rechiste. En el interior, desconoce los derechos ciudadanos y reprime a los saharauis. En el exterior utiliza como muñeco de feria a España, que nunca ha sabido ponerse en su sitio.

Todo empezó, recuerden, con la “marcha verde” y los acuerdos de Madrid. La primera fue una agresión consentida (diría que pactada por el lobby marroquí dentro del régimen franquista). De los segundos, dejaré a un lado la discusión acerca de su legalidad para ir a un aspecto soslayado a favor, cómo no, de los intereses marroquíes: el de que en Madrid se acordó la división del territorio entre Marruecos y Mauritania; sin contar con los saharauis, por supuesto. Posteriormente, Mauritania se retiró y Marruecos aprovechó para ocupar también el sur sin que nadie pusiera objeciones.

A partir de entonces, se recrudecieron las acciones marroquíes contra pescadores españoles y canarios. Los apresamientos, las conducciones de barcos a puerto y las multas fueron el pan de cada día. Por no hablar de la dudosa legalidad con que otorgaba Rabat las licencias de pesca, un aprovechamiento ilegítimo de recursos marinos que no le pertenecían. Marruecos se ensañó con los barcos españoles y canarios y con el embullito le metió mano también a un pesquero ruso, por lo que la URSS envió de inmediato un barco de guerra a imponer respeto. Los marroquíes se achicaron y tanto se la envainaron que los canarios, miren por donde, pudieron faenar con tranquilidad, amparados por el buque soviético mientras estuvo en la zona.

Se recordará, por otro lado, que los polisarios advirtieron en varias ocasiones del riesgo de pescar en zona de guerra. Allí desapareció el “Mencey de Abona”, del que nunca volvió a saberse, aunque se responsabilizara a los saharauis, obviando que eran los marroquíes quienes ejercían el control de las aguas y controlaba la pesca.

En cuanto al “Cruz del Mar”, creo que fue el único incidente con muertos conocidos. Se culpó a los saharauis y poco se reparó en el testimonio de los supervivientes que identificaron a los atacantes como marroquíes. No interesaba. Todavía no se explica la insistencia de la Policía española en que reconocieran como uno de los asaltantes a Mohamed Salem, conocido por Paquito, un dirigente polisario al que quisieron involucrar sin que se sepa la razón y con empeño sospechoso; incluso después de saberse que cuando lo del “Cruz del Mar” Salem estaba en Argel, donde fue a recibir a los delegados de una asociación de Amigos del Sahara nórdica. Los polisarios, recuerden, sólo reconocieron haber actuado contra la patrullera Tagomago y el Junquito.

Las informaciones de que se dispone no autorizan a acusar a los saharauis de esos hechos con la seguridad con que lo han hecho algunos estos días confiando en la desmemoria de la gente. No puede tampoco señalarse sin ningún género de duda a los marroquíes, aunque tengan todos lo boletos. Hay noticias de malos tratos por sus patrulleras a nuestros buques de pesca y es difícil de creer que dispusieran los polisarios de barcos suficientes equipados para semejantes operaciones. Sin contar con que era Rabat, no el Polisario, el interesado en reducir las simpatías canarias por los saharauis.

No viene mal recordar, como contrapunto, la anécdota de los marineros del Las Palomas. Fueron capturados por los polisarios y conducidos al campamento de Tinduf, en el desierto argelino. No recuerdo cuantas semanas duró el secuestro, pero sí su llegada a Gando al ponérseles en libertad. Todo el mundo esperaba que pegaran a rajar malamente de los saharauis. No debían haber oído hablar del “síndrome de Estocolmo” vista la cara de sorpresa que se les puso al manifestarse el dicho síndrome al modo canario, que es la leche. No daban crédito a las maravillas que decían los liberados de sus captores, sin parar de llamarlos “hermanos” y de proclamar la justicia de su causa. Sin duda, interesó a los saharauis halagarlos a efectos de contrapropaganda y regresaron privados. El despecho de quienes los calificaron de “pobres ignorantes” fue evidente.

A lo que iba: Aminatu Haidar reivindica la existencia de un pueblo que se niega a caer en el olvido y quiere decidir su futuro. Una pretensión irritante para quienes pensaban que todo estaba dicho en el Sahara, que no han vacilado en poner a parir a la activista saharaui. Se olvida que integrarse en Marruecos o formar un Estado independiente es asunto de ellos, de los saharauis. El conflicto lo han provocado, pues, quienes niegan ese derecho y deberíamos cuando menos poner en el congelador los intentos de atribuirle a ellos la autoría de actos bárbaros con víctimas isleñas; como si no supiéramos que Rabat dispone de mejores medios y que no se recata a la hora de utilizarlos de la peor manera.

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