La violencia de género, mucho más que el maltrato

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A la tortura psicológica y física del maltrato, a los miedos y al trabajo de salir de esa situación traumática, de que su integridad física esté a salvo y de superarlo de manera individual, las mujeres maltratadas cargan con otras muchas responsabilidades en un estado emocional dañado y unas fuerzas y capacidades que, llegadas a ese punto, ya no existen.

Lo primero: los hijos. Desde el mismo instante que se produce la situación de maltrato, los hijos también son maltratados. Desde muy temprano y hasta edades adolescentes se dan cuenta o son perfectamente conscientes de la situación. Viven la violencia, hay que protegerlos y ayudarlos, esa es una labor que asumen las propias mujeres maltratadas como madres. Sin saber hacerlo, ni tan siquiera para ellas mismas, tienen que abordar situaciones de enseñanza para manejar entornos violentos. Educarlos para que el impacto sea el menor posible y no les queden secuelas. Dar amor mientras están siendo apaleadas. Protegerlos e impedir que los golpes les lleguen a ellos. “Un hombre que quiere a sus hijos jamás haría sufrir a la madre de sus hijos”. “Vivo con miedo de que les haga algo”.

El entorno: familiares y amigos. Hay que pedirles ayuda. Para ello tienen que explicar un problema que ni ellas mismas saben bien, en la mayoría de las ocasiones, hacer entender. Ojo, esto es absolutamente normal en personas maltratadas psicológicamente porque han conseguido anularlas para que no puedan entender qué es lo que pasa. Explicarse es un sufrimiento. Eso para que te entiendan y recibir ayuda.  El entorno sabe que algo no va bien. La mayor parte de las veces lo interpretan como problemas de pareja. Cuando son conscientes de la situación de maltrato hay que mantener la explicación constante para que las mujeres no se sientan cuestionadas en algún momento y los apoyos no se alejen. Mantener el relato coherente para asegurarse de que no las abandonan es una tarea titánica o imposible.

“Creo que me seguía. Nos hemos cruzado de cara y él ha tirado por una calle y yo por otra. Me da miedo salir y que me esté buscando” Una vez rota la relación el maltrato no acaba aunque se denuncie, que parece que la denuncia es principio del fin de la situación y nada más allá de la realidad. Seguimientos, vigilancias, insistencias, persecuciones disimuladas, más amenazas, provocaciones que hagan que te equivoques para utilizarlo en tu contra. Detectives. No sólo hay que luchar contra el maltratador, en muchos casos los familiares del hombre se suman al maltrato con controles, seguimientos, humillaciones... también hay que soportar estas hordas de torturadores añadidos y que están dispuestos a apoyarlos a él. Los nervios y la ansiedad hacen que no puedan actuar y él lo sabe, juega con eso. 

“Después de denunciar estás sola frente a las instituciones que vuelven a revictimizarte una y otra vez”. Las mujeres maltratadas, además, se organizan y se ocupan de demandar que los abogados y los profesionales que asisten a las víctimas de violencia de género estén especializados. Ellas son conscientes, sufren, muchas lagunas en este sentido. Saben que tanto letrados como jueces carecen en gran parte de formación en violencia de género y por tanto la relación abogado/cliente se torna otra batalla y los juicios, esperpentos. Violencia institucional.

“Tengo dos noticias: una buena y otra mala. La buena es que me han concedido la orden de alejamiento. La mala es que no le cortan las visitas”. Las buenas noticias hace tiempo se limitan a la vida de maltratada. Si pides que prohíban el régimen de visitas es ella la mala. El falso síndrome de alienación parental. Al final ha resultado que son los padres los que ponen a los hijos en contra de la madre. Buscar dispositivos de ayuda y defensa. Cuáles, dónde; que me valgan para el juicio, no puedo grabar, los nervios y la ansiedad me lo impiden. Él está armando toda una coartada para el juicio, yo no soy capaz de recabar pruebas fehacientes de que me atosiga.

Descansar: otra tarea de la que hay que ocuparse. Porque al final de un día de maltrato no se llega cansada y a dormir, se llega torturada y la alerta no permite conciliar el sueño. Medicación. Ojalá la música relajante, las infusiones y los pensamientos positivos fueran suficientes. Amanece, esta vez sí que no es poco, pero se presenta un día en el que hay que luchar porque no te maten.

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