Espacio de opinión de Canarias Ahora
¡Viva la señora ministra!
Nunca pensé que fuera a llegar a este extremo. Y mucho menos a digerirlo hasta el punto de plasmarlo negro sobre blanco: este Ejército es un poquito más mío. Es el mismo sobre el que todavía pesan en mi conciencia histórica desde las cadenas castellanas de Cathaysa -“Se la llevaron los invasores / a la guanchita de Taganana /...”- hasta el último Consejo de Guerra a garrote vil. El mismo que se creyó Dios, Patria y Justicia y cercenó el verano del 36 el progreso, la modernidad y la libertad de España. El mismo que en su seno albergó en 1981 volver a las tinieblas del pasado. Por el Imperio hacia Dios.
Pero de sus raíces golpistas del siglo XIX y asesinas del XX ha levantado estos años otra forma de entender su destino en la vida de los españoles: sin Milans ni Armadas que jueguen a salvapatrias y elefantes blancos; bajo el casco azul que siempre debió regir su destino, ha convertido la ignominiosa depravación de la guerra contra su propio pueblo -no guirrea España contra el extranjero desde Napoleón, más allá de sus desastres coloniales en América y África- en el noble arte de la defensa de los derechos humanos, allá donde Naciones Unidas -y no Ansar of Spain- considere oportuno.
Este ZP con su virtud republicana me ha ganado un poquito el corazón. Siempre he envidiado a los pueblos orgullosos de su Ejército por nobles acciones, ya sea con claveles en sus fusiles un 25 de Abril en Lisboa o con tanquetas liberadoras, pintadas con nombres españoles -Ebro, Teruel, Guadalajara, Quijote-, un 25 de Agosto en París. Son ejércitos del pueblo que liberan a ciudadanos, de Italia a Yugoslavia, de Francia a Portugal. Hay otros más imperialistas que de sus hazañas queda el glorioso combate al nazismo y poco más. Pero del español, ¿qué recordar? ¿los Tercios en Flandes?
Pasemos página, señora ministra. Abramos otra, señor presidente. Y sigan ¡prietas las filas! en el No nos falles. Aunque sólo deseo una cosa más este 14 de Abril: que llegue el día en que el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, sea mujer en estado de buena esperanza u hombre de ¡manda trillos!, en todo caso electos por el pueblo ambos, si tiene que gritar algo a la tropa sea, simple y llanamente: “Capitán, mande firmes. Digan conmigo: Viva la República”. Salud.
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