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Votar con coherencia, votar sin crispación

Marta Saavedra Doménech

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El próximo 23 de julio la ciudadanía está convocada a participar con su voto en las elecciones generales, donde se deciden qué fuerzas políticas conformarán las dos cámaras (el Congreso y el Senado). Ese día se decidirá el modelo de país que queremos para los próximos años.

Dejamos atrás una legislatura de complejidad enorme, con los problemas que hubo que afrontar ante la pandemia y la grave crisis económica que ésta podría traer consigo; la erupción volcánica o más recientemente la guerra de Ucrania. Una etapa nueva en la que la gobernabilidad fue posible gracias a un pacto de gobierno en coalición, bajo unas circunstancias nuevas, que requirieron de un constante ejercicio de negociación política; de debate en el marco del arco parlamentario para afrontar nuevos escenarios como son una pandemia y un confinamiento; con la aprobación de medidas urgentes para paliar las graves consecuencias que podría conllevar.

Un ejercicio de democracia sin precedentes. En estos años, la gobernabilidad ha sido posible gracias al talante democrático del Gobierno de España. Así, hemos visto cómo el tono por el conflicto de Cataluña se rebajaba notablemente respecto a la etapa anterior con Rajoy al frente y el la pluralidad de las Cortes (con trece fuerzas políticas en el Congreso y once en el Senado) ha servido como muestra de la realidad social española, cada vez más diversa.

Sin embargo, partidos como el PP y Vox se vuelcan estos días, desde un ejercicio de populismo despiadado, a generar una campaña vacía en cuanto a contenido programático, reducido a la simple burbuja mediática del odio proyectado contra Pedro Sánchez, conocida como “sanchismo”.

A lo largo de estos años, el gobierno presidido por Pedro Sánchez ha tenido por objetivo combatir las desigualdades y reforzar los pilares del Estado de Bienestar. Un gobierno que ha permanecido junto a las familias y la clase trabajadora; un gobierno que ha puesto en marcha la agenda de la sostenibilidad, el progreso económico, la digitalización, la transición energética y el avance en derechos sociales. Presidido por un partido de talante democrático, el PSOE, que ha sabido gobernar para las mayorías, como también supo en su momento hacer oposición responsable frente a un Partido Popular que hoy se diluye, se funde y confunde con los peores gestos de la extrema derecha, desde la tribuna en el no a todo.

Y aun así, en esta legislatura se han aprobado cerca de doscientas iniciativas legislativas, muchas de ellas con un alto contenido social. Y en muchas de ellas, el PP votó en contra. Desde las más recientes, que a priori no deberían comportar mayor controversia, como son las de ámbito educativo, aprobadas en 2022 y 2023: la LOSU (Ley Orgánica de Universidades) o la Ley de Formación Profesional. Dos leyes que actualizan la realidad educativa de una sociedad plural que se transforma rápidamente.

Se opusieron a estas leyes, pero cabe mencionar también que fueron contrarios a la ley en favor de una muerte digna en el año 2020, la Ley de Eutanasia, que facilita a quienes lo soliciten y cumplan las condiciones una muerte sin sufrimiento. Y a pesar de que pretendan lucir banderas LGTBI estos días en sus redes sociales, no engañan a nadie: pactan gobiernos con VOX para la supresión, por decreto, de esas mismas banderas; pactan gobiernos con quienes cuelgan la lona del odio. Un odio que es contra la ciudadanía.

Españoles y españolas que sí creen en los derechos sociales, en la diversidad de las familias, en el desarrollo sostenible, en la pluralidad de las autonomías… y a los que Vox envía directamente a la papelera del desprecio. Esto es lo que promueven estos días PP y VOX con sus pactos de negacionismo de realidades tan palpables como la violencia machista.

Los mismos que se oponen a la subida del Salario Mínimo Interprofesional y a la de las pensiones, para luego pedir, en campaña y sin rubor, el voto a las mujeres, a las personas mayores. ¿Es esta la coherencia de la que hacen gala? Porque son los mismos que en el ejercicio de representatividad institucional lanzan improperios y contribuyen a la crispación social; los de la bajura en el tono que emplean en el atril, día sí y día también. Los del ruido vacío de ideas; los del “no” sistemático al avance y al progreso.

Espero y deseo que, el próximo 23 de julio, la gente, la opinión pública y no “la opinión publicada”, como dijo el presidente Sánchez, vaya a votar con la coherencia y el sosiego que algunos partidos no tienen. Y que lo haga masivamente. Para que en el Congreso y el Senado podamos presenciar debates constructivos para todos, que no se desdibujen entre los gritos e insultos, estratégicamente proyectados para generar descrédito y desafecto democrático. Porque ese sí que es el auténtico peligro al que nos enfrentamos.

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