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Pedro Sánchez tendrá que pactar con Pablo Iglesias

Rafael González Morera

Como cuestión más urgente, Pedro Sánchez debería dimitir por el histórico patinazo, batacazo, de las elecciones del 10-N, cuyos principales culpables por sus erróneas encuestas han sido José Felix Tezanos, director del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y, por sus equivocados consejos, Iván Redondo, gurú del hasta ahora presidente de España, que le han llevado a cometer un error monumental al convocar estas nuevas elecciones que han conseguido dos triunfadores: la extrema derecha de Vox y los nacionalistas e independentistas catalanes y vascos, incluso con el independentista Bloque Nacionalista Galego que consiguió un diputado.

En Euskadi las cosas se han clarificado aún más contra los partidos españolistas, con un PNV más fuerte con siete diputados, uno más que en la anterior convocatoria, y con Bildu, que consiguió cinco diputados y además grupo parlamentario. En Cataluña, por primera vez en la historia de la monarquía franquista/borbónica, los independentistas han conseguido mayoría en unas elecciones generales, y los pronósticos son que en unas elecciones al Parlament de Cataluña aumentarán su mayoría haciendo ya más difícil al estado español negarle un referéndum de independencia vinculante.

Está claro que Sánchez es el gran derrotado en estas elecciones, siendo la primera fuerza política en el Congreso de España, pero el parlamentarismo tiene estas contradicciones numéricas, y el bloqueo político ahora es mucho más fuerte, el hastió se ha instalado entre el pueblo español y es evidente el alarmante crecimiento de la extrema derecha cuando hace poco eran irrelevantes. El afán de Sánchez ha sido destruir a Unidas Podemos, pero se ha equivocado totalmente, y ahora resulta -¡cosas del parlamentarismo!- que con 35 diputados y el PSOE con 120, Pablo Iglesias le puede obligar a negociar un gobierno de coalición con el líder de UP como vicepresidente, y la gran paradoja fue que cuando en 2016 UP tenía 71 diputados y el PSOE 85, Sánchez miró para el IBEX 35, y en las anteriores elecciones de abril la correlación de fuerzas eran 123/42, y Sánchez con su egolatría siguió atendiendo las órdenes de los empresarios, y Pablo Iglesias le facilitó con sus negociaciones la moción de censura que derribó a Mariano Rajoy sin recibir nada a cambio, y las promesas que hizo el líder del PSOE de derogar la Reforma Laboral, la Ley Mordaza, dedicar más dinero a Sanidad y Educación públicas, prohibir las puertas giratorias, todo eso quedó en el cajón de los olvidos históricos socialistas cuando llegan al poder.

Debería tener en cuenta el PSOE que ahora es el momento de un gobierno de progreso, cuando el PP tiene la amenaza cercana de Vox, que le hará más difícil poder gobernar, no sólo por la amenaza de la extrema derecha, sino que, además, que con Vox le resultará al PP más difícil sumar más grupos parlamentarios.

Sánchez está abocado a pactar con Iglesias, porque unas nuevas elecciones en febrero o marzo sería su muerte política, y la posibilidad de que las derechas y las extremas llegaran a La Moncloa, como ya lo han hecho en Andalucía, Madrid y Murcia. Y si se decidiera a pactar con el Partido Popular sería una agonía política lamentable, con unas bases socialistas indignadas que ya le exclamaban la noche del 10-N, “con Iglesias sí, con Iglesias sí”, sin casi dejar hablar al débil triunfador de las elecciones.

La parte positiva que nos queda es que pese a la entrada de Vox con un diputado por Las Palmas y otro por Tenerife, la izquierda progresista se mantiene fuerte en Canarias, y Ángel Víctor Torres está haciendo una política más a la izquierda que Pedro Sánchez, con una magnífica relación con Nueva Canarias, Unidas Podemos y la Asociación Socialista Gomera.

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