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Siento vergüenza de mi país

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Hay momentos en los que siento una enorme vergüenza de pertenecer a la raza humana y, por añadidura, de haber nacido en un país como el nuestro. Tengo ya edad suficiente para poder saber que, entre las virtudes que adornan a nuestra tierra, no se encuentran ni el respeto, ni el trato igualitario para con las mujeres, sino, más bien, todo lo contrario.

La modalidad “machito guardapolvo” tan aplaudida y cacareada por los varones españoles es una imagen de marca que se debió dejar atrás hace siglos, pero que, por desgracia para buena parte de la ciudadanía española, continúa existiendo y de qué manera. Si quienes dicen ser “el sexo fuerte” abandonaran ese corporativismo masculino que yo siempre he detestado, muchas mujeres estarían hoy vivas y no reposando en un camposanto, víctimas de una violencia de género que aun hoy en día muchos justifican y, casi diría, que aplauden en la intimidad.

Lo peor de todo es que, lejos de cualquier avance, las jóvenes del siglo XXI -aquellas que no debieron aprender en la escuela aquello de ser “las esclavas del señor” en el sentido más literal de la palabra, ni tener que sufrir las restricciones sociales y profesionales del régimen dictatorial, por poner un ejemplo- siguen siendo víctimas de unos miserables e ignorantes mamelucos que sólo piensan con la testosterona que genera sus testículos y ya está.

Resulta patético, grotesco, a la par que incompresible que en el año 2013 muchos jóvenes varones no se hayan enterado de que ellos no son “ni el señor de la casa” ni “el machito del corral” y los tiempos del derecho de pernada y el marido sentado en el salón de casa, degustando el brandy de los vencedores ?con el eslogan “es cosa de hombres”- forman parte de un pasado que nunca debió siquiera existir.

Se acabó el tiempo en el que el HOMBRE sacaba, cada fin de semana, a pasear a la mujer y, de vez en cuando, le enseñaba la dentadura, cual jamelgo de crianza, a sus amigotes. NO, esos tiempos pasaron y quienes se comportan así demuestran no sólo lo mal educados que están, sino lo ignorantes, zafios e impresentables que los humanos pueden llegar a ser.

Para colmos de males, la crisis, los recortes y a involución ideológica y social emprendida por el actual gobierno español no dibujan un futuro muy esperanzador para llegar a solucionar un problema que cada semana se cobra una nueva víctima. Actos tan calculados como la abolición de la asignatura de Educación para la Ciudadanía, en beneficio de la asignatura de religión demuestran que las cosas, si pueden ir a peor, irán peor y que las hembras seguirán estando en franca desventaja frente a los varones.

Que ahora no me cuenten que con la implantación- imposición sería más correcto decir- de la asignatura de religión las cosas mejorarán, cuando la iglesia no se ha distinguido por promover la igualdad entre los sexos, ni mucho menos. Además, cada intento por parte de las mujeres de decidir sobre su vida y su futuro se suele topar con una contestación casi medieval por la conferencia episcopal, incapaz de otorgarle los mismos derechos que a los sacrosantos varones, aquellos que fueron tentados en el paraíso, ya se sabe.

Sumemos los recortes y los bandazos ideológicos a los que se somete a nuestro precario sistema educativo y el acoso y derribo al que se ha visto sometido el sistema social de ayuda y apoyo a las víctimas de los malos tratos, el cual se ve impotente para ayudar a quienes más lo necesitan y el panorama resultante es, por decirlo claramente, desolador.

Tan solo invirtiendo en educación, dentro y fuera de la escuela, y abandonando los malos hábitos del pasado se podrá salir de un círculo vicioso que supone una de las lacras y las mayores miserias de nuestra sociedad actual, incapaz de encontrar una solución con mayúsculas, por mucho que se empeñen en decir lo contrario.

Mejor le vendrían dejarse de soltar grandes palabros cada vez que una nueva víctima se suma a la anterior y poner los medios para que dicha situación, una vez que se ha comprobado que sus palabras se las lleva el viento, teñidas con las sangre de quien murió ¿por amor?... Excusa esgrimida por cualquiera de los cabestros que luego trata, de manera farisea, suicidarse por el remordimiento.

Y también estaría bien que los miembros de mi sexo, masculino, fueran menos corporativistas y más activistas contra quienes maltratan a sus parejas, en vez de justificar y esconder dichos comportamientos. Me parece lamentable que se justifique este tipo de comportamientos y no se reaccione a tiempo antes de que el daño ya esté hecho.

Sé que todo esto no cambiará, ni hoy, ni mañana, ni pasado, pero también sé que hasta que eso cambie, seguiré sintiendo una tremenda vergüenza y un asco enorme ante quienes se comportan así y ante un país que parece seguir ignorando un problema tan serio como éste.

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