Pero Blas Trujillo, un socialista histórico y disciplinado, en ocasiones acusado dentro de su propio partido de escasa ambición política, es ahora deseado por dos de los máximos dirigentes del PSC. Saavedra lo quiere para introducir la autoridad a un grupo dividido por la ausencia de un mando reconocido por todos. Pero López Aguilar no quiere que el grupo parlamentario se debilite de ninguna manera para continuar haciendo una oposición dura al pacto entre ATI y el PP. El líder socialista descarta por completo una quiebra en el nacionalismo que pueda propiciar una censura tras las elecciones de marzo, o una crisis entre los socios que derive en una oportunidad envenenada al PSOE en el caso de victoria socialista en Madrid. Pero en ningún caso permitirá que baje la intensidad de la oposición hasta 2011.