Ya no hay marcha atrás. José Miguel Pérez ha esperado a que acabara el proceso de primarias, del que ha salido muy reforzado (es el candidato más apoyado en toda España) para dar un majo y limpio en una organización que lleva décadas partida por el eje, dividida en dos partes no necesariamente iguales, pero sí exactamente igual de dañinas. La coyuntura es la propicia, a juicio del secretario general, a siete meses vista de unas elecciones autonómicas más que comprometidas donde los socialistas canarios podrían ser los únicos que lograran mantener el tipo en un escenario de hundimiento generalizado del PSOE, metiendo de paso en cintura a Coalición Canaria, que ve cómo se le viene abajo el kiosco de manera catastrófica y frente a un PP que se crece por momentos gracias a la ola nacional, que en Tenerife precisamente presenta aspecto de tsunami. Un PSC tinerfeño quebrado por los odios ancestrales entre los que intentan sacar adelante el proyecto en territorio comanche y los que atraviesan las calles con el revólver desenfundado, prestos a disparar primero a los compañeros de partido y luego a los adversarios. Habrá denuncias ante los tribunales, como ya se habían encargado de anunciar con anterioridad Santiago Pérez y Pedro Anatael Meneses. Pero la cosa parece haberse cocinado a fuego lento y con los estatutos del partido en la mano.