En la operación de Arinaga, como saben, hubo una intención clara de desarticular una empresa pública (Megaturbinas) para permitir que hiciera el negocio en un suelo en régimen concesión pública un particular, Promotora de Recursos Eólicos, 2004, de Javier Esquivel. Tan seguro estaba Arnáiz de tener la bendición apostólica de los Soria, que no se detuvo en consideraciones de tipo legal (Ley de Puertos) y el 17 de septiembre de 2004 llegó a publicar incluso el anuncio oficial sin concurso ni nada que se le pareciera. La trampa estaba en algo tan simplón que hasta da coraje que nadie interviniera de oficio: Arnáiz pretendió establecer que los molinos que Promotora de Recursos Eólicos quería plantar en Arinaga ocupaban menos de 2.500 metros cuadrados, el límite para verse obligado a convocar concurso. Cualquiera que tenga el título de Graduado Escolar sabe que no se puede contabilizar sólo el fuste de todos esos molinos -una veintena- sino que hay que sumar una serie de instalaciones complementarias, además del área de influencia de las palas y las estaciones transformadoras. Pero a Arnáiz, ya metido en gastos, le daba lo mismo.