Las alarmas volvieron a activarse este sábado por la noche desde El Hierro. El temblor de mayor intensidad desde que en julio pasado comenzara la crisis sísmica devolvió a la isla a las portadas de los diarios, que habían relegado el asunto a un segundo plano al repetirse con reiteración el mismo parte de cada día: temblores de intensidad 3 localizados bajo el mar y a mucha profundidad. Pasaron las primeras alarmas y los primeros alarmismos; se apagaron los flashes de políticos de visita de campaña; amainaron las polémicas sobre quién ha estudiado más y mejor los volcanes de Canarias, sobre qué estarían pasando a estas alturas y en las mismas circunstancias en Hawai. El debate no debe darse por zanjado, ocurra lo que ocurra en El Hierro, porque de este tipo de crisis es necesario siempre sacar algún tipo de enseñanza. Todo parece desarrollarse bajo control, si entendemos por “bajo control” que el comité científico que hace el seguimiento a la actividad magmática no es el que tiene las competencias para decidir las medidas de protección civil a ejecutar en cada momento, pero sí para decirle a las autoridades cuál es el riesgo de erupción volcánica. Y su última calificación conocida es de nivel 4 sobre una escala de 5, fijada el pasado 22 de septiembre, lo que se traduce en el ya conocido semáforo amarillo de emergencia. Si el nivel de sismicidad ha crecido, ¿estamos ya en nivel 5, el máximo de la escala? Las autoridades están en un sinvivir.