Ni queriendo salen las cosas tan al revés. Las historias que se cuentan alrededor del memorial de agravios que terminarán arrinconando a Román Rodríguez y los suyos a unos puestos que casi nadie da por seguros, afloran que es un gusto. Aparte de no perdonar al presidente en funciones que destacara tanto (recuerden los ninguneos que se tributaban él y el todavía vicepresidente) existen historias como la de la Alcaldía de La Laguna. Dicen que un asesor presidencial, brillante y de compacto amueblamiento cerebral, ideó un día una estrategia según la cual convenía a los intereses de CC apoyar coyunturalmente a Santiago Pérez, del PSC. La cosa fue circulando y a alguien se le ocurrió meter en la operación el nombre de un periodista tinerfeño que, a la sazón, debió ofrecerse para el trabajo correspondiente. La estrategia llegó a los alrededores de la Alcaldía lagunera, donde trabaja como jefa del Gabinete de doña Ani la esposa de Paulino Rivero. Entendieron casi todo por la bomba del tanque y se dispararon las contramedidas desde el núcleo tinerfeño contra el núcleo canarión.