Pasarán a la historia de este siglo como tres de los ayuntamientos más indignos de cuantos operan en Canarias, y miren que hay para todos los gustos y colores. Pero coincidirán con nosotros en que el comportamiento que se sigue detectando en sitios como Arrecife, San Bartolomé de Tirajana o Mogán es para echarse a correr. O correrlos a todos esos concejaluchos a gorrazos para que no vuelvan a tener la tentación de presentarse a las elecciones de puro indecentes que son. Ellos y algunos de sus funcionarios más influyentes, que algunas cosas son imposibles sin el concurso de determinados sinvergüenzas que se creen intocables forever. No ha calado en esos Ayuntamientos la conmoción por la corrupción que, en mayor o menor medida, todos han padecido o padecen, y en lugar de promulgar medidas que emocionen a los vecinos, que les lleven a pensar que los modales han cambiado para mejor, profundizan en la indecencia y en la obscenidad. En San Bartolomé de Tirajana, por ejemplo, el Seprona, de la Guardia Civil, descubre a agentes de la Policía Local terminando de alicatar un esplendoroso chalet ilegal en suelo rústico. Y, según La Provincia, eran guindillas adscritos a la unidad de Disciplina Urbanística: los lobos cuidando de las ovejas. El colmo de la cachanchanada para la desmoralización colectiva.