Juan Carlos Becerra puede presumir de que no necesita de la política para sobrevivir, ni para vivir como un cura sin parroquia. De ahí, seguramente, que se tome esta actividad con cierta pachorra no exenta de unas altas dosis de frivolidad. Este sábado a la hora de la merienda empieza un crucial congreso del Partido Nacionalista de Lanzarote (PNL), formación clave para los intereses de Coalición Canaria, tanto para la rama romaní como para la rama mauriciana del rito tinerfeño extendido y aceptado. Becerra se presenta como ganador casi seguro de este cónclave, pero no porque se lo haya currado en plan hormiguita los últimos meses, sino porque en Lanzarote, a pesar de los pesares, sigue habiendo gente con dos dedos de frente que practica eso de la lealtad, virtud en peligro de extinción si el aún leal se encuentra dentro de un radio de 200 kilómetros de José Carlos Mauricio y sus promesas.