Es muy difícil presenciar una inmolación como la que tuvo lugar este viernes en los juzgados de Santa Cruz de Tenerife por parte de un periodista que creíamos un hombretón hecho y derecho, de esos que presumen de independientes, de libres, de venir de vuelta de todo, de autónomo y de capitalista. Andrés Chaves protagonizó ante una perpleja audiencia un acto de humillación personal ante su actual jefe, José Rodríguez Ramírez, propietario de El Día, que pasará a los anales de la profesión periodística. Se trataba de arreglarle a don Pepito una demanda civil de difícil encaje jurídico por la que el editor pide al director de CANARIAS AHORA, Carlos Sosa, la cantidad de 5.000 euros en concepto de indemnización por intromisión en su honor. Tal supuesta intromisión, como podrán colegir, es llamarle don Pepito, término que se viene utilizando desde los años ochenta sin que hasta ahora provocara una reacción similar en el sujeto aludido. Pero lo peor es que este viernes quedó acreditado ante el tribunal que el acuñador del “don Pepito” viene a ser el mismísimo Andrés Chaves, cuestión esta de la que no estábamos seguros hasta que él mismo, balbuciente, lo confesó. El periodista, amanuense de don Pepito, como también quedó acreditado, acudía como testigo de Carlos Sosa, precisamente para que explicara el falso testimonio que vertió en una audiencia previa, en la que sin éxito el editor independentista reclamó unas medidas cautelares (que desistiéramos del pepitismo). En aquella ocasión, Chaves dijo que jamás nadie había llamado así a su jefe en un periódico. Y resultaba que él había sido el primero. Por eso tenía que retractarse, que lamer el suelo por el que pisa don José, hasta el límite mismo de la humillación más deplorable.