Intersindical Canaria metía este fin de semana el dedo en el ojo del Paulinato. Ni un gesto digno, institucional, ante la muerte del hombre que se apagó este viernes en Lanzarote. Ni una representación de medio pelo en el cementerio del Alto de San Juan, de la capital lisboeta, a la hora del último adiós del premio Nobel que ha decidido descansar, en parte, bajo un olivo de su casa de Tías. La prensa vaticana ponía a parir al escritor comunista este sábado acusándole de “sembrar cizaña en el campo de trigo de la evangelización”. Y la cosa de L'Osservatore Romano debe haber calado tan hondo en el Gobierno de Canarias que la frialdad con que se ha despedido a Saramago sólo puede ser entendida en clave ultramontana a lo Rouco Varela. Ni Paulino, ni mucho menos Soria -Dios le libre y guarde- están para retratarse junto a la ministra de Cultura o la vicepresidenta del Gobierno de la Nación, que han representado al Estado en las honras fúnebres de Lisboa. Pero, sinceramente, no nos cuadra tanta militancia vaticana en el presidente y el vicepresidente del Gobierno de Canarias...