Todos estos comportamientos de agentes de la Policía Local de Las Palmas de Gran Canaria no responden a ningún rebrote de la inseguridad ciudadana ni al repliegue de otros cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado que nos habrían dejado abandonados a nuestra suerte en una ciudad sin ley. La explicacióin hay que buscarla en una mala política policial del Ayuntamiento, que permitió que en ese cuerpo entrara una camada de agentes del todo punto indeseables. Y que se premiara incluso un comportamiento chulesco y hasta pendenciero. En los juzgados y en las comisarías de la Policía Nacional hay sobrados ejemplos de auténticos abusos de autoridad de estos agentes, que como les caigas gordo te denuncian directamente por alteración del orden público y por incitar a las masas contra la autoridad (que supuestamente son ellos). Son los 1.700, cuya reeducación es urgente para recuperar el prestigio de la Policía Local de Las Palmas de Gran Canaria.