Por respeto al proceso judicial, nos callamos en su día nuestra opinión después de analizar la sentencia que nos condenaba frente a Suárez Gil. Era, para nosotros, un auténtico despropósito porque transmitía la sensación de que su señoría no estaba en este mundo, que no leía la prensa local (incluso la nuestra) ni estaba al corriente del clima enrarecido que en aquel momento, y ahora aún más, se respiraba en los ambientes empresariales y políticos en torno a negocios, amiguismo, tratos de favor, tráfico de influencias, alegres subvenciones y chanchullos varios. La Audiencia Provincial ha venido a poner las cosas en su sitio, y no porque haya establecido que el presidente de la Cámara es un corrupto o un trapisondista, sino porque considera que jamás se le faltó al honor en los artículos que provocaron la demanda.