Ni el Gobierno de Canarias, que ni estaba ni se le esperaba, ni el Ayuntamiento de Las Palmas, ni el Cabildo de Gran Canaria, que ni están para hacer yogures ni para memeces, tuvieron la feliz idea de celebrar este lunes el Día de Canarias en la capital grancanaria. Los unos porque guardaban el “exquisito equilibrio” al que recurren cuando de compensar se trata. Los otros porque, en vista de lo visto, que Canarias la festejen los que nos echaron. Asi las cosas es explicable el bochornoso espectáculo que para las instituciones canarias fue que este lunes se congregaran miles de personas en la plaza de Canarias, sobre el intercambiador de transportes de Santa Catalina, y allí no hubiera ni una mísera papa arrugada, ni una rondalla, ni una paella y ni tan siquiera una bandera con siete estrellas verdes, tan oficiosa desde el sábado. Nada de nada.