Con la aristocracia hemos topado. La primera abogada que tuvieron los afectados por la presunta estafa de Hoya Pozuelo era Josefina Navarrete, flamante esposa del Zorro Plateado, amigo de correrías camerales de Jaime Cortezo, fitetú qué pequeñito es esto y qué cercanas están las sucursales de Miami. Navarrete, desoyendo los criterios de sus mandantes, sacó de la querella a Elena del Castillo, esposa de Cortezo, lo que a la postre le vino a costar su relevo al frente de la defensa jurídica de los afectados. Un favor impagable que el promotor inmobiliario deberá para siempre a su amiguito Suárez Gil. Sin embargo, en las conversaciones aportadas al juzgado, aparece un dicharachero Julio Bonis reprochando a uno de los afectados haber metido a la señora del Castillo en el fregado, cuando en realidad es su esposo de ella el que la lía al hacerla figurar como propietaria ante la Administración de una de las viviendas afectadas por la futura demolición y por el dominio público. Seguramente la esposa de Cortezo ignoraba la trapisonda, que le costó una momentánea pero durísima imputación por estafa, pero a estas alturas todo el Condado de la Vega Grande sabe con quién se juega los cuartos.