El héroe de Megaturbinas de Arinaga fue uno de sus consejeros, Francisco Cabrera, un ingeniero empleado en la Sociedad de Promoción de Gran Canaria que descubrió comportamientos sospechosos contrarios a los intereses generales, lo que le condujo a pedir audiencia a José Manuel Soria para manifestarle sus temores. Soria lo despreció y se abrió la caja de los truenos. El empresario Javier Esquivel, que en aquellos momentos alojaba en versión gratis total al presidente del PP canario en uno de sus chalets de Santa Brígida, creó una empresa de 3.000 euros (Promotora de Recursos Eólicos) para hacerse con la concesión de un parque eólico en el muelle de Arinaga. Le habían dado todas las ventajas del mundo, y cinco meses antes de que se publicaran las bases del concurso público ya estaba en las oficinas de la Autoridad Portuaria viendo planos y diseñando el negocio. Junto a su hermano Juan Ignacio, imputado en la operación Eolo, y el presidente de la Autoridad Portuaria de Las Palmas, José Manuel Arnaiz, hasta organizaron un viaje de negocios a Magdeburgo (Alemania) para visitar modelos de megaturbinas de la marca Enercon. Francisco Cabrera fue despedido por Soria, y una sentencia de la jurisdicción social lo anuló dando por sentado que el despido fue una represalia por destapar el escándalo.