Paco Spínola llevó a la Comisión Ejecutiva del PSC los acuerdos de Cajacanarias después de haberlos aplicado, cuando no cabía dar marcha atrás. Esa postura irritó bastante a Juan Fernando López Aguilar. Cansado de batirse el cobre en su particular cruzada contra las actuaciones corruptas de los adversarios, no le parecía de recibo que el PSOE pudiera apoyar para presidente a un directivo de una entidad que, cuanto menos, está siendo investigada para averiguar cuál fue su grado de participación en el escándalo de Las Teresitas. También se pronunció en contra en aquella Ejecutiva el irreprimible Santiago Pérez, el denunciante intelectual y político de la operación, que no entendía nada. Al final, y dado que el chicharrerismo es así, prevaleció la tesis de que lo mejor fue hacer lo que se hizo para que el PSOE no se colocara al margen del sistema que opera de aquella manera en Tenerife sin solución aparente a la vista.