Estas cosas de Acerina, que en realidad responde al nombre de la esposa de Tanausú, el último rey palmero, son consecuencia de la manía de Concha Narváez de colocar a su cuñada en un puesto de asesora de comunicación de sus concejalías en San Bartolomé de Tirajana. La señora Acerina no se ha dedicado jamás a esto de la comunicación, ni se ha formado en la universidad de la vida y del periodismo, como otros con mejor estrella. Sencillamente la colocaron ahí y le dijeron, anda, Acerina, a hacer comunicados. De ese modo se entiende que se haya largado este miércoles una nota para los medios que es de las de llevar a las facultades y a los másteres para descuartizar con cariño. No hay una mayúscula bien puesta, no existe el criterio de pirámide invertida ni el menor interés por ordenar la información con un mínimo de relevancia. ¿Y las comas? Que alguien le quite el salero de las manos a esta señora, que las distribuyó con tanta fruición que da hasta miedo leer el texto.