Pero lo más curioso del caso de la denuncia de la Fiscalía contra la mesa de contratación del concurso de radio, salvada la decisión de María Farnés Martínez, es la extraña pandilla que se ha puesto a aplaudir entusiasmada esta decisión, que no debemos olvidar parte de una denuncia de la empresa propietaria del periódico El Día. Una euforia que, automáticamente, nos lleva a preguntarnos cómo es posible que, en lugar de aplaudir, no fueran los entusiastas y fervorosos neopepitistas los que presentaran la denuncia en lugar a esperar a que lo hiciera este irresponsable del que ser ríen un día sí y el otro también, por utilizar el verbo reír como evidente eufemismo. La respuesta es sencilla: saben -como sabemos nosotros- que la denuncia no tiene recorrido, pero les viene bien que haya mucho ruido alrededor del concurso para que se transmita la sensación de que todo él está contaminado de la cabeza a los pies, empezando por la mesa de contratación y terminando por algunos de los adjudicatarios, particularmente los que obtuvieron mayor número de frecuencias: Miguel Concepción, Jaime Cortezo y Blas Herrero (Kiss FM). Ya hemos dicho un millón de veces que si hay irregularidades en esta operaciónque se denuncien; y si las encuentran, que condenen a culpables. Pero no vale el fuego fatuo, las insinuaciones sin fundamento, que acabarán desacreditando a los que las profieren aunque de momento la apariencia sea que se salen con las suyas. Todas las indagaciones que hemos hecho sobre el concurso solo admiten discusiones en el ámbito de lo contencioso-administrativo, donde todo es cuestión de interpretación de una base, de una valoración o de una admisión; no hay ni un solo indicio que pueda apuntar a amaño o arbitrariedad. Otra cosa es que algunos como don Pepito se creyeran en el derecho a obtener frecuencias fueran como fueran sus ofertas por el simple hecho de llamarse José y ser el dueño de El Día. La desfachatez de este indeseable personaje le ha llevado incluso a pedir públicamente a Paulino Rivero que prevarique, que cambie el concurso, que le otorgue sus licencias a cambio de dejarlo en paz. Y algunos, aplaudiéndole a rabiar. El mundo al revés.