Junto a la dimisión de Carmelo Padrón, la de José Antonio Perera es una pésima noticia para el PSOE isleño. El chiste fácil está servido: les queda grande eso del Urbanismo. Pero no es esa área municipal la que ha terminado por aburrir a Perera, a pesar de que lo que se encontró en la concejalía que hasta 2007 gestionara Guillermo Reyes fue peor de lo imaginado. En más de una ocasión, el concejal dimitido manifestó a sus allegados el tamaño del reto que tenía ante sí cada mañana, la imposibilidad de atender todas las cuestiones del día a día a tiempo, y paralelamente ir reconduciendo una situación heredada absolutamente dramática. Una concejal que Perera metió en política casi sin querer, animada por su padre, Salvador García Carrillo, un viejo lobo de mar, un viejo rockero, es la razón definitiva de esta espantada.