Hoy tenemos que dar la razón a todos aquellos que nos advirtieron en 2004 que Chavanel era un peligro para la causa, que nos iba a traicionar en cuanto nos descuidáramos, que era un sicario al servicio del mejor postor... Y no hicimos caso porque llegamos a creer que, una vez expulsado con humillación del lado oscuro de la fuerza había aprendido la lección. Habíamos decidido comprar una frecuencia legal de emisiones y necesitábamos un buen comunicador que nos echara una mano para complementar este periódico digital que usted tiene en pantalla. Y no sin ciertas reticencias del consejo de administración, la propuesta de Carlos Sosa fue aceptada. Así fichamos a Chavanel y a su equipo de El Espejo Canario. Y le dimos libertad absoluta, sin consignas ni cortapisas, sin órdenes de asesinar a nadie... Que ejerciera libremente la noble profesión de periodista, sobre la que lamentablemente se ha vuelto a ciscar.