No es que la colega de esta historia haya entrevistado a algún familiar, o que haya conseguido viejas fotografías de las víctimas cuando aún posaban ante una cámara fotográfica. Que ya fue aquello motivo de morbo de muchísimos periódicos, incluidos los tradicionalmente serios. Lo que ha hecho esta periodista es plantarse desde el primer día en Madrid en medio del grupo de familiares de los pasajeros del vuelo JK 5022. Y con ellos, quizás aprovechando que conocía a los allegados de una de las víctimas, colarse en el pabellón de Ifema en el que fueron depositados los cadáveres el primer día, y en el hotel Auditorium, y en los taxis de los traslados a la Almudena. Haciéndose pasar por familiar mandó a sus jefes sentidas crónicas desde el corazón mismo de las familias afectadas, y hasta se le vio ejerciendo de ejemplar plañidera para que no se notara qué era lo que estaba haciendo realmente. A ver si le renuevan el certificado de honrada periodista asida al libro de estilo.