Dice el más histriónico y golpista editorialista de Barrio Archipiélago que él no le está haciendo una campaña de desprestigio a Paulino Rivero, que lo que de él escribe cada mañana en sus editoriales es sencillamente un noble y saludable ejercicio de libertad de expresión dado el indiscutible hecho de que el presidente del Gobierno es un cargo público que ha de someterse obligatoriamente a la crítica. Mentira lo primero, verdad incuestionable lo segundo. Porque siendo cierto que un cargo público tiene que aguantarse la crítica, por dura que ésta sea, lo que don Pepito le hace cada día a Rivero y a su esposa, Ángela Mena, es en rigor una campaña contumaz y despiadada de desprestigio personal con el objetivo expreso de que ambos abandonen la política y se vayan de Canarias. Y cuando decimos “expreso” es que así lo ha escrito negro sobre blanco en centenares de ocasiones el último año y medio. Y claro, a Paulino se le llenó la cachimba y le ha metido una demanda de protección al honor de la que, en su contestación, la representación letrada de don José ha expuesto con los argumentos anteriormente relatados. Será un juicio sonado, no nos lo podemos perder.