La reportera dicharachera de Pepa Luzardo se lució de lo lindo. Ante el juez recordaba muchas cosas que se dijeron en aquella mesa del restaurante La Casita, situada a unos cuantos metros de la suya, pero no supo identificar qué fue lo que dijo cada cual. A ella le parecía que allí se cocía algo grande, sobre todo por parte de un presunto empresario venido de Tenerife para esa inmensa conspiración. El pez gordo no era otro que el jefe de talleres de Guaguas Municipales, al que la testigo-imputada no tenía bien localizado, aún siendo como es esposa de un conductor de la empresa. No tenía ni idea de que aquellos señores que estaban con el gerente de la empresa eran de Iveco, una firma dedicada a la venta de vehículos, y no a la gestión empresarial. Pero a ella le daba lo mismo, le olía a tomate y se lanzó. Cuando terminó aquel aquelarre contra lo público, la rendija telefoneó corriendo a Pepa Luzardo, a la que sorprendió en una procesión, para contarle lo que había descubierto. La ex alcaldesa envió a su corresponsal a hablar con el director adjunto de Canarias7, Manuel Mederos, que la tuvo toda la tarde contando la historia para al final no publicarle nada. “Y eso que me dijo que la historia le parecía muy interesante”, se quejó la intrépida reportera ante el juez. Ante ese desdén de El Sebadal, Pepa cogió los datos de Carmen Nieves, hizo copia del vídeo que grabaron las dos amigas con un teléfono móvil, y ofreció la rueda de prensa que en estos momentos la tiene imputada por injurias y calumnias.