José Miguel Barragán dedicó buena parte de este domingo a calmar a las huestes nacionalistas, especialmente las palmeras. La rebelión socialista palmera eclipsó de repente otros éxitos de los negociadores, como el Cabildo tinerfeño o el Ayuntamiento de Santa Cruz, dos de las niñas bonitas de CC. Pero Antonio Castro, muy dado a las escenificaciones dramáticas, clamaba venganza y que a partir de este lunes se pase factura a los negociadores socialistas en la mismísima mesa de negociación del pacto regional. “Se traducirá en menos poder para el PSOE”, aventuraban fuentes nacionalistas tras escuchar todos los clamores. “Pues que no jueguen con fuego”, contestaban desde los núcleos más duros de los socialistas, cansados de ser las víctimas de los incumplimientos propios y ajenos. CC intentará dar alguna satisfacción a los de API, no se sabe si con direcciones generales (ya volvemos a las andadas de siempre) o con promesas futuras de cualquier tipo. No hay el más mínimo temor a una indisciplina palmera en la investidura de Paulino Rivero. “Eso sólo está en la cabeza calenturienta de Soria”, resumía un dirigente nacionalista, “pero a los palmeros no los podemos dejar así, sin más”.