Nos sumamos a las cada vez más numerosas voces que pregonan su decepción tras el terrible descubrimiento de que la investigación eólica se va a quedar en el charco de los lebranchos. Celso, Mónica, José Ignacio Esquivel, Briganty, Guzmán... no dejan de ser caza menor si se les compara con los verdaderos bichos que se esconden tras la trama verdadera, la que tiene como núcleo Megaturbinas de Arinaga. Ni el magistrado Parramón ni el fiscal del Río contestan entusiásticamente cuando se les pregunta por la parte magra del invento. O no tienen pruebas o no creen a los denunciantes, lo cual produce todavía más frustración: las pruebas están ahí y los denunciantes son los mismos que tan cachondos les pusieron en su día. ¿Qué ha pasado ahora? No nos podemos creer que alguien haya sido presa del miedo, que una mala noche de cacería haya metido un terrible nudo en la garganta a alguno. Ni queremos pensar que la secular historia de que la Fiscalía no tiene medios hace que este órgano ejecutor de la política penal del Gobierno del Reino de España se queda a medias. ¡Qué flojera en los tiempos que corren!