Montar un puesto fronterizo de estas características no se reduce exclusivamente a un edificio con sus casetitas y sus baños. Es precisa una estructura que, entre otras exigencias, requiere conexión telemátrica con la Interpol para registrar la entrada de personas a territorio comunitario. Añadamos a eso el control de productos fitosanitarios y alimentarios, en ocasiones fuente de plagas y otros males que es necesario evitar en la frontera. Y, dicho sea sin alarmismos, Canarias es frontera directa con el mundo islámico, de donde proviene una parte del terrorismo internacional. Ante ese escenario hacen bien las navieras y las autoridades majoreras en ponerse haciendo el pino, pero es exigible un poquito de responsabilidad para que el puesto fronterizo de Puerto del Rosario no sea un coladero.