Han metido en un buen aprieto en Alemania al que durante muchos años fuera su canciller, Helmut , un fumador empedernido, al igual que su esposa, que no se corta un pelo para fumar donde le viene en gana aduciendo que sus doctores consideran su tabaquismo un mal menor frente al estrés que le produciría dejar el vicio. Ambos han pasado los ochenta y seguramente se consideran amortizados para la vida y liberados de las leyes que en en el estado de Hamburgo, donde viven, prohíben desde la semana pasada echarse un cigarrito en lugares públicos. En la Audiencia Provincial de Las Palmas, la misma semana en que los sufrían la ira de una asociación denunciante, la magistrada que presidía un tribunal autorizó a un denunciante que compareciera en el juicio fumándose un pitillo tan ricamente.