Tiene razón Paco Valido, el cada vez más heroico alcalde de Telde, cuando dice que el capitán es el último en abandonar el barco. Le falta siempre al bueno de Valido la segunda parte del aserto, aquella que relata cómo son las ratas las primeras en mandarse a mudar, incluso antes de que huela a chamusquina. Los funcionarios de Telde están paralizados por lo que ocurre con la investigación sobre la trama de corrupción detectada en el Ayuntamiento, y no hay manera humana de que se mueva un mísero papel. En Urbanismo, que suele ser en todos los municipios la madre de todas las batallas, la situación supera con creces cualquier tipo de escena surrealista imaginable, con responsables que están más tiempo fuera que dentro y con un verdadero susto metido en el cuerpo. Uno de ellos ya almorzó el 3 de mayo con tres abogados municipales para comunicarles su determinación: me pido una excedencia para irme a trabajar a una de las empresas que más y mejor me ha tratado. Y con la que hubo reciprocidad, claro.