No sólo el director general de Costas, el canario José Fernández, está frustrado con el tinglado que se está montando alrededor del istmo de Las Palmas de Gran Canaria. Están los Fernández y los López, los Rodríguez y los Gutiérrez, y toda la guía de teléfonos. Los ciudadanos asisten frustrados a una operación que debió ser una llamada al entusiasmo recuperador del orgullo de la ciudad y, por el contrario, se encuentran con un debate de mínimos con arquitectos estrella que no son los que mejor saben soñar la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Con un tufillo a negocio y no a sueños, estamos ante una operación que es el sueño de unos pocos. Hace unas semanas publicamos que irían a explicar -vía un intermediario del negocio portuario- el asunto a Jerónimo Saavedra. Y dimos el nombre del intermediario. Acudieron al condumio Satocan y Lopesan y se lo explicaron a Saavedra, que estuvo bastante bien acompañado. El veterano político levantó la reunión con una sonrisa de cardenal camarlengo, a la vez ironía y fatalismo. Seguro que pensó: “va a ser verdad lo que cuentan esos muchachos del CANARIASAHORA”. La alcaldesa no estaba. A lo mejor se entera hoy. De nada.